José Vicente Barcia Magaz , responsable de Prensa de Ecologistas en Acción

‘Ecologista’, la revista de Ecologistas en Acción, es tributaria de la labor desarrollada por sus antecesoras. Tanto ‘El Ecologista’, como más tarde ‘Gaia’, desempeñaron el papel de dar voz al caleidoscópico mensaje del movimiento ecologista. Han pasado los años, han cambiado los estilos, el mundo ha girado hasta la crisis social y ambiental que estamos afrontando en la actualidad, pero los mensajes no han variado en lo esencial, sobre todo porque la necesidad de cambiar, que ayer fue importante, hoy es vital.

El Ecologista : el placer utópico de la crítica underground

En noviembre de 1979 apareció el primer número de El Ecologista. Se trataba de una revista de claro reclamo contracultural, que contaba con un sustrato ideológico alternativo en el que se imbricaba lo libertario con lo marxista, el feminismo con el mundo del trabajo, o la liberación sexual con pedagogías antiautoritarias, por poner sólo algunos ejemplos.

Su consejo de redacción, compuesto mayormente por miembros del Colectivo Tierra, estuvo formado por una pléyade de amigos que más tarde se convertirían en auténticos referentes. Integrantes de aquel primer equipo fueron Ángel Hevia, Elena Domingo, Juan Pablo Albar, Felipe Colavidas, Pepe Cuenca, Milagros del Barrio, Mª Carmen Espinar, Agustín Hernández Aja. Todos ellos coordinados por Alfonso del Val, que con el devenir del tiempo se convertiría en un reputado consultor ambiental, experto en la gestión de residuos, y con algunas publicaciones emblemáticas sobre estos temas, como El Libro del Reciclaje.

Se creó, pues, un importante medio de comunicación ecologista, a partir de un consejo de redacción y una junta de fundadores formados por activistas de este movimiento social, con la firme vocación, además, de ampliar el ámbito de su influencia a otros sectores.

El Ecologista era una revista de marcada estética underground. Sus portadas destilaban ironía y originalidad, tomando en ocasiones referencias clásicas para, una vez subvertidas, lanzarlas sobre la vista del lector, con el ánimo de sorprender y provocar. En sus interiores conviven ilustraciones que invitaban al disfrute explícito como forma de desobedecer la mediocridad establecida, con recursos propios del cómic y las fotografías de protestas y movilizaciones.

El Ecologista no fue una revista conservacionista. Su óptica fue más urbana y contracultural. En sus primeros números abundan las informaciones antinucleares, con titulares simples y directos como “Valdecaballeros”, “La industria del uranio”, o “El síndrome del zirconio”. El reciclaje, la movilidad, la ciudad fueron temas recurrentes con artículos ácidos y críticos: “El erotismo de montar en bicicleta por las ciudades”, “Los urbanitas van de culo”, o “El reciclaje: ni el Estado ni los Ayuntamientos saben lo que es”.

En el número 4 del año II, se ofrece un especial sobre “Bases para una sociedad comunalista”, escrito por J. Friedman. Uno de los principios que se describen en este artículo para la creación de esta sociedad es la necesidad de limitar el crecimiento, en función de las capacidades del territorio, lo que nos remite, sin duda, a la actual teoría del Decrecimiento.

Otros temas recurrentes fueron la contaminación, el calentamiento del planeta o el antimilitarismo. Siendo, además, la nómina de los colaboradores de la revista de gran significado: Vicenç Fisas, Humberto da Cruz, Tomás Villasante, Mario Gaviria, etc.

En sus editoriales se sintetizaron las ideas básicas del ecologismo, ofreciendo una crítica radical al capitalismo y proponiendo alternativas para vivir mejor, sin nucleares, sin ejércitos, en libertad y de manera saludable.

Gaia: ambientalismo sin fronteras

Años después, tras la desaparición de El Ecologista, comenzaría su andadura la revista Gaia, el órgano de expresión de la CODA (Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental), cuyo primer número vio la luz en la primavera de 1993, de manos de su director José Santamarta.

Para Theo Oberhuber, miembro del consejo de redacción de esta revista, Gaia debía conseguir dos objetivos: “se trataba de unificar todas las publicaciones y boletines de las diferentes organizaciones que integraban la CODA, para, al mismo tiempo, crear un mensaje de lucha contra la degradación ambiental que trascendiera la propia militancia ecologista”.

A diferencia de El Ecologista, la revista de la CODA tenía una explícita vocación ambientalista, analizando la problemática española, pero siendo permeable a los conflictos internacionales.

En el primer número de Gaia, los temas centrales fueron: cambio climático, la cuestión nuclear y la amazonía; en su segundo número, la temática internacional quedaba subrayada con un artículo sobre la destrucción medioambiental en la ex-URSS y otro sobre los acuerdos de Río, transcurrido un año de la celebración de aquella conferencia mundial. En el tercer número, en fin, aparece un artículo sobre el GATT y sus consecuencias en los países del Sur, además de otro sobre cambio climático.

Queremos subrayar con afecto, el artículo que Antonio Estevan escribió para el número 1 de Gaia: “Veinte años perdidos: de la crisis económica a la crisis global”. En él, Estevan glosaba de manera brillante una potente crítica al sistema neoliberal, enfatizando la necesidad de recuperar el pulso crítico para combatir desde la alternativa ecologista, potenciando “un profundo cambio de actitudes y comportamientos institucionales y personales”.

Recuerda José Luis García Cano que “el número 15 de Gaia fue un auténtico hito, ya que se trata de la primera gran publicación sobre transgénicos. Había sido elaborada por The Ecologist y censurada en Reino Unido, motivo por el que decidimos traducirla y sacarla aquí”. De aquella revista se agotaron 4 ediciones en las que se tiraron más de 40.000 ejemplares, convirtiéndose en una de las publicaciones más divulgadas del movimiento ecologista.

Su consejo editorial y su consejo asesor rezumaban experiencia e innovación, pero sobre todo marcaban un camino de compatibilidad entre aquellas perspectivas ecologistas más políticas y urbanas, con aquellas otras que se centraban más en la protección del entorno. Así, se pueden destacar nombres como los de Ramón Fernández Duran, Ladislao Martinez, Theo Oberhuber, Isabel Bermejo, Santiago Martín Barajas, Juan López de Uralde, entre otros.

Se podrían destacar tres elementos diferenciadores más: sus portadas eran amplias, metafóricas y claramente influenciadas por las de la revista TIME. Otro elemento, no menor, era la entrada de publicidad en la revista, lo que generó un intenso debate tras el cuál se acordaron criterios éticos para la aceptación de anunciantes. El último elemento diferenciador era que Gaia publicaba artículos de otra revista histórica: The Ecologist.

Para terminar el repaso sobre Gaia, cabe destacar el debate de ideas respecto a la forma de su cabecera. En la primera propuesta la G de Gaia, estaba salpicada por un mapamundi eurocéntrico. Finalmente, se acordó que el mapamundi que apareciese fuera el de la proyección de Peters-Gall, mucho más real y respetuoso con los países del Sur. Muy en sintonía con la participación que el movimiento ecologista tendría tiempo después en el movimiento antiglobalización.

Ecologista: la fuerza del consenso

En el verano de 1999 apareció Ecologista [1], el medio de comunicación con que se dotaba Ecologistas en Acción. Se recuperaba así una de las cabeceras más decanas de las publicaciones ecologistas. Lo hacía compatibilizando el espíritu crítico de su matriz, con el esfuerzo por el rigor técnico y científico de Gaia.

Ecologista no comienza con el número 1, sino con el número 17, dando continuidad, de este modo, a la labor desarrollada en Gaia. No en vano, en el número 17, junto a la cabecera recuperada, aparece una referencia a la extinta Gaia. En esta nueva etapa, será José Luis García Cano quien asuma las labores de coordinación.

En aquel primer número, el viejo colectivo de redacción de El Ecologista, cedía la cabecera con estas palabras: “Ecologistas en Acción, un nuevo logro del movimiento ecologista, por lo que demuestra su capacidad de unión y cooperación desde la diversidad, tiene ante sí este viejo reto de comunicar a nuestra sociedad que lo verde o ecológico va más allá de un consumo sinceramente menos agresivo y contaminante, y se sitúa sobre el placer de reducir el consumo y aumentar el amor y la solidaridad. El viejo equipo de redacción de El Ecologista os desea con entusiasmo que utilicéis de nuevo este, para nosotros, emotivo nombre y seáis capaces de comunicar a la sociedad estas ya viejas pero tan actuales aspiraciones del movimiento ecologista”.

En los 46 números que van desde aquél de 1999 hasta el que tienes en tus manos, la revista ha logrado, en primer término, sobrevivir a la debacle del resto de revistas de temática similar. Según datos facilitados por el periodista Javier Rico, la desaparición de revistas de medio ambiente y naturaleza es de al menos 1 por año desde 1999. Ecologista, ha solidificado su presencia, logrando establecer una importantísima red de suscriptores. Todo ello, gracias a lo que Paco Segura, coordinador de Ecologista, define como una “independencia radical”.

“En este tiempo hemos intentado compatibilizar rigor, estilo directo, solvencia científica, capacidad divulgativa y pensamiento crítico. Todo ello sin concesiones comerciales” enfatiza Paco Segura.

Para Javier Rico, “la revista Ecologista significa una voz subjetiva pero rigurosa. Una fuente recurrente para quienes trabajamos en los medios de comunicación”.

Desde el punto de partida hasta hoy, han pasado 30 años. El tiempo ha sido fragua suficiente para decantar los mensajes que el ecologismo ha elaborado y se han hecho permanentes a lo largo de los lustros y las décadas. Lugares comunes de los tres momentos descritos en las publicaciones que han encarnado el espíritu del movimiento ecologista son: la lucha contra el cambio climático, la perspectiva internacionalista, la lucha por una forma de vida diferente y contraria a la del consumismo, la limitación del crecimiento, la justicia social, etc.

Y sin embargo, como dice Paco Segura, “aún queda mucho por hacer y mejorar, como romper las barreras de nuestra propia endogamia”. Todo lo cual nos indica que se deberá seguir avanzando, creciendo y renovando, pero desde la valoración del camino recorrido conjuntamente.

[1] En rigor el nombre de la revista sigue siendo El Ecologista. Se intentó suprimir el artículo masculino del nombre, pero el cambio no fue admitido por el organismo que gestiona el ISSN. Aún así, desde el Consejo de Redacción se prefiere usar el nombre, más genérico e inclusivo, de Ecologista.