Decrecimiento y priorización de los cuidados de la vida, ejes del trabajo futuro de Ecologistas en Acción.

Secretaría Confederal de Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 61

El pasado mes de diciembre de 2008, durante el IV Congreso de Ecologistas en Acción, en Valencia, se establecieron y ponderaron de forma colectiva las principales líneas de trabajo de la organización para los próximos años, tanto en los temas a trabajar, como en las formas de comunicarnos con la sociedad, las alianzas que debemos tejer o en las dinámicas de funcionamiento interno. El contexto y los principales temas a trabajar quedaban expresado en el Manifiesto de Valencia “Vivir bien con menos: ‘decrecer» con criterios de equidad”, del cual se han extraído parte de los contenidos de este artículo.

La humanidad vive un momento histórico de transformaciones graves y cada vez más aceleradas. Desde Ecologistas en Acción venimos denunciando desde hace mucho tiempo que el cambio climático avanza sin que las innumerables reuniones y declaraciones políticas desemboquen en una reducción de las emisiones; la biodiversidad disminuye a un ritmo escalofriante; los recursos se agotan, con especial mención a los combustibles fósiles, de los que depende ahora mismo el sistema económico global; el acceso al agua cada vez se complica más y, además, esta crisis ambiental se da en unas circunstancias de desigualdad social cada vez más polarizada. La crisis es, por tanto, ecológica, pero también política, cultural y social… aunque apenas se hable más que de la financiera y económica.

Los avances en la concienciación ambiental y en las políticas puestas en práctica no guardan relación con la gravedad del problema que tenemos delante. Seguimos sin afrontar el elemento central de la crítica ecologista desde hace varias décadas: el conflicto básico entre un planeta con recursos limitados y finitos y un sistema socioeconómico en expansión continua, impulsado por la dinámica de la acumulación del capital.

Los recursos que los seres humanos utilizamos cada año como fuentes de materiales y energía y como sumideros de residuos superan hace tiempo la producción anual de la tierra. Los cálculos de huella ecológica muestran que hemos rebasado los límites que impone el planeta y lo hemos hecho a costa de las generaciones del futuro y de las injustas desigualdades sociales y económicas en el presente.

Un crecimiento económico basado en un uso creciente de recursos y en una ingente generación de residuos es un problema en un mundo finito y, sin embargo, continúa siendo interpretado como un indicador de progreso. Después de algunas décadas de derroche frenético, se empiezan a observar los efectos colaterales: desorden climático, guerras por el petróleo, conflictos por el agua, masas de personas empobrecidas a las que se les ha arrebatado el derecho a permanecer en sus territorios y se ven obligadas a emigrar, desaparición de especies animales y vegetales, fuertes subidas en los precios de los alimentos, ciudades contaminadas en las que respirar enferma, un mundo rural envejecido y convertido en un parque temático, personas que pasan una parte importante de su tiempo en atascos camino de sus trabajos…

Menos para vivir mejor

Para Ecologistas en Acción, resulta evidente el hecho de que la sociedad del crecimiento ha superado sus límites. Además, se encuentra construida sobre la miseria de la mayor parte de los seres humanos y sobre el deterioro del entorno del que dependemos. El crecimiento económico no implica directamente bienestar. La guerra o la enfermedad, por ejemplo, son importantes negocios que crean crecimiento monetario, mientras que sus efectos generan destrucción, dolor y muerte.

En este marco, reducir el gasto global de energía y materiales, así como la generación de residuos no es una opción, es una necesidad que impone un planeta con recursos limitados, en el que ya se evidencian los efectos de la superación de esos límites. Obviamente, quien puede y debe reducir en mayor medida es quien gasta de forma mayoritaria los recursos y genera los residuos, es decir, los países enriquecidos.

En la reducción de presión sobre los bienes naturales y los sumideros del planeta, la tecnología y la ecoeficiencia podrían juegan un importante papel. Sin embargo, siendo ambas necesarias, no son suficientes. Los ejemplos de aumentos de gasto de materia y energía asociados a la mejora de la eficiencia y al progreso tecnológico son numerosos: medios de transporte más modernos y eficientes permiten el incremento de las distancias que se recorren; el desarrollo de la electrónica crea miles de nuevos productos que se consumen en masa; el ahorro en combustible de automóviles que consumen menos queda anulado ante el aumento de la cantidad de coches…

En este sentido, una de las líneas prioritarias de trabajo de Ecologistas en Acción para los próximos años se centra en la sensibilización, denuncia y propuesta de alternativas encaminadas a que el sistema socioeconómico tome en consideración y se ajuste a los límites biofísicos del planeta. Si las personas queremos llevar una vida digna en el futuro, en un entorno sin violencia y en condiciones de equidad, como movimiento ecologista es inevitable plantearse la necesidad de reconducir el estilo de vida, de producción de consumo, de transporte, de poder… Un horizonte de sostenibilidad ambiental y justicia social requiere acciones políticas.

Desde hace tiempo existen personas trabajando fundamentalmente en Francia e Italia y también en Cataluña sobre los cambios culturales necesarios para armonizar la intendencia de las sociedades con el funcionamiento de los procesos de la biosfera y la dimensión finita de los materiales de la corteza terrestre. Este movimiento, con contradicciones y muchas cuestiones abiertas y por resolver, se aglutina alrededor del término decrecimiento, que no es una teoría económica, sino que constituye un término provocador que quiere llamar la atención sobre la absurda, pero destructora, obsesión por articular las sociedades y su funcionamiento al servicio del crecimiento económico continuo.

El gran reto del decrecimiento en los países sobredesarrollados es aprender a satisfacer las necesidades sociales reduciendo significativamente la utilización de materia y energía. Se trata de aprender a vivir bien con menos para poder pasar de una cultura de guerra con los territorios y el conjunto de los seres vivos a una cultura de paz que permita construir otra forma de estar en el mundo. Es con estos objetivos con los que se lanza la campaña Menos para vivir mejor.

Poner los cuidados en el centro de la vida

Para promover este cambio cultural es preciso realizar una revisión de nuestros valores: primar la cooperación ante la competencia, el altruismo ante el egoísmo; adaptar las estructuras económicas y productivas al cambio de valores; sustentar la producción y el consumo esencialmente a escala local; redistribuir con criterios ecológicos y de equidad el acceso a recursos naturales y las riquezas; limitar el consumo a las capacidades de la biosfera; reutilizar, rechazar el consumismo, tender hacia bienes que duren, que se puedan reparar y conservar; y reciclar en todas nuestras actividades.

El cambio de mirada también implica realizar una reflexión y debate profundo sobre las necesidades. Las necesidades emanan de la interrelación entre la persona, el medio y el resto de personas y no de las multinacionales que fabrican objetos y servicios y los imponen para satisfacer supuestas necesidades. No se puede pensar en un proceso de definición y satisfacción de necesidades en el cual las personas no sean protagonistas.

En esta transformación, resulta valiosa e imprescindible la experiencia de los trabajos que de manera invisible ha venido realizado la mitad de la humanidad: las mujeres. Los trabajos de las mujeres históricamente han estado orientados a la satisfacción de necesidades sin que estén mediados por ningún objetivo intermedio. La satisfacción de necesidades para mantenerse vivo es una tarea que no tiene fin. La vida es un proceso continuo de autogeneración, en el que la necesidad de nutrición, higiene, caricias y cuidados no termina nunca. Por el contrario, el empleo en el mercado está orientado a la obtención de resultados económicos. En los trabajos de la naturaleza y de las mujeres los procesos son tan importantes como los resultados y este hecho constituye una característica diferenciadora respecto al trabajo en el mercado como venta de tiempo de vida al servicio de la generación de beneficios.

Desde el punto de vista de la sostenibilidad, la economía debe ser el proceso de satisfacción de las necesidades de mantenimiento de la vida. Si prima la lógica de la acumulación, las personas no son la prioridad de la economía y el cuidado de la vida humana pasa a ser una responsabilidad que se delega a los hogares y dado el orden de cosas, mayoritariamente en las mujeres.

Desde Ecologistas en Acción, pensamos que el diálogo entre el movimiento feminista y el ecologista puede alumbrar propuestas sinérgicas y fecundas cara al tránsito a un modelo de vida diferente. Situar los cuidados y el mantenimiento de la vida en el centro de interés condiciona qué y cómo se produce, cómo se distribuye, etc. La organización social debe dejar de tener los mercados como epicentro y centrar la atención en las personas y en los procesos que sostienen la vida, buscando nuevos caminos en la intersección de la economía, el feminismo y la ecología.

Por ello, otra de las líneas de trabajo prioritarias acordadas en el Congreso de Valencia se centra alrededor de la ética y la economía de los cuidados, desde una perspectiva ecofeminista. El ecofeminismo es un proyecto político, ecológico y feminista a la vez, que legitima la vida y la diversidad, y que quita legitimidad a la práctica de una cultura depredadora que sirve de base solamente para la acumulación de capital.

Aprender a vivir mejor con menos y poner los cuidados y el mantenimiento de la vida en el centro, constituyen un importante paraguas cultural en el que se cobijan e integran todas las denuncias y propuestas que forman parte del trabajo del ecologismo social: menos CO2 y frenar el cambio climático, menos gasto de energía fósil, menos residuos, menos carreteras, menos extracción de materiales, menos transporte, más tiempo para la vida, más cercanía, más agricultura ecológica, una educación para la sostenibilidad…

En estas líneas continuaremos trabajando los próximos años.