Ecologistas en Acción manifiesta que no hay el más mínimo motivo para plantearse suspender una medida que ya ha demostrado con creces su efectividad. La limitación de la velocidad máxima en autovías ha reducido la siniestralidad, ha disminuido el consumo de combustible –y con él la emisión de gases de efecto invernadero, de contaminantes atmosféricos y de ruido– al tiempo que reduce el déficit de nuestra factura exterior.

Previsiblemente, el Consejo de Ministros del próximo viernes tendrá que decidir sobre si prorrogar el límite de velocidad a 110 km/h o lo anula. Para esta organización ecologista, no se entendería en absoluto la supresión de esta medida: las condiciones (precio del petróleo, déficit de nuestra balanza de pagos, etc.) siguen siendo iguales o peores y la medida ha demostrado con rotundidad su eficacia y utilidad.

Una vez más la realidad confirma lo que venía defendiendo Ecologistas en Acción, así como la demagogia de los grupos de presión ligados al automóvil. Efectivamente, tal y como se ha venido conociendo, la reducción de la velocidad máxima en autovías y autopistas ha traído como consecuencia:

- Una menor siniestralidad, que ha venido descendiendo durante los 4 meses de puesta en práctica del límite de velocidad. Por ejemplo, la pasada Semana Santa fue la primera en la historia con menos de 40 muertos en accidentes de tráfico.

- Se ha reducido notablemente el consumo de combustible en un porcentaje que se puede estimar al menos en un 6% según los últimos datos disponibles de marzo y abril (los dos primeros meses completos con la medida en vigor). Es claro que la crisis y el alto precio del combustible también ha jugado su papel en esta reducción, pero lo que resulta incuestionable es que la eficiencia de los vehículos es mayor a 110 km/h que a 120.

- Al tiempo que se reduce el consumo de petróleo –con claros beneficios para nuestra balanza comercial–, disminuyen también las emisiones de gases causantes del cambio climático, lo que nos permitiría reducir nuestra excesiva contribución a este gran problema global. Por otro lado, junto al dióxido de carbono, de los tubos de escape salen gases y partículas que perjudican a nuestra salud, y que se reducen también con estas disminuciones de velocidad. Del mismo modo, el ruido que soportan quienes viven en las proximidades de las grandes carreteras mengua significativamente.

Por tanto, en contra de lo que se vino pregonando desde los grupos de presión de la industria del automóvil, no se trataba ni de una medida recaudatoria –no se han incrementado las sanciones–, ni ineficaz para el ahorro de combustible, ni limitadora de la libertad individual –¿sí es libre quien circula a 120 y deja de serlo si lo hace a 110 km/h?–. Por el contrario, se trata de una medida sensata que Ecologistas en Acción venía exigiendo desde hace tiempo, y que ha demostrado con rotundidad su eficacia.

Por estos motivos, y ante las perspectivas de aumento continuado de los precios del crudo, lo cierto es que no hay razones ni motivos entendibles para suprimir esta medida cuando se replantee en el próximo Consejo de Ministros. Más bien al contrario: se refuerzan las peticiones que esta asociación ecologista lleva haciendo desde hace tiempo: que los límites de velocidad sean más estrictos: 100 km/h en autopistas y autovías; 80-90 en carretera; que efectivamente se cumpla el límite de 50 km/h en grandes avenidas urbanas; y se limite a 30 km/h en todas zonas residenciales.