Los incendios del pasado otoño han supuesto un desastre ecológico.

José Andrés Martínez García, biólogo y miembro de Ecologistas en Acción de León. Revista El Ecologista nº 72.

Ancares lleva muchos años esperando una política de protección efectiva. Los fuertes incendios forestales del seco y cálido otoño de 2011 han puesto en jaque a este espacio natural, sobre todo en su vertiente leonesa.

La Sierra de Ancares se encuentra en el extremo occidental de la Cordillera Cantábrica, en los límites entre Asturias, León y Lugo. Se trata de una alineación montañosa en arco, con altitudes que casi continuamente superan los 1.600 m y cuyas cotas más elevadas se acercan a los 2.000 m. Biogeográficamente pertenece en su mayoría a la Provincia Orocantábrica (Región Eurosiberiana), si bien parte del territorio meridional de este espacio natural se encuentra ya dentro de la Región Mediterránea. En la provincia de León comprende los valles de los ríos Burbia, Ancares y Cúa, así como el ya cantábrico valle de Balboa.

El pasado otoño, el peor en materia de incendios de la última década, ha dejado en los Ancares leoneses un saldo estremecedor. Tejeira, las proximidades de Campo del Agua, Prado de la Somoza, La Bustarga, Villar de Acero, Balouta… Ocho incendios consecutivos que afectaron a zonas de gran valor ecológico, a algunos de los más valiosos bosques y a conocidas zonas oseras. Las llamas alcanzaron las fuentes medicinales en Tejeira y amenazaron aldeas como Campo del Agua, declarada Bien de Interés Cultural (BIC), y que ya sufrió en 1989 un incendió que acabó con la mayoría de sus 22 pallozas; pallozas que, por cierto, ninguna administración después de dos décadas se ha interesado en recuperar.

Ríos oscurecidos por las cenizas y morteiras afectadas

Debido a las amplias superficies afectadas, el río Burbia ha visto bajar sus aguas oscurecidas por las cenizas, como ocurriera hace dos años con el Cúa en Fornela. En los suelos quemados las precipitaciones drenan rápidamente al no ser frenadas por la vegetación y llegan con facilidad a los caudales, arrastrando partículas y cenizas. Ha sido uno más de los impactos ecológicos de estos incendios.

A pesar de ello, la estrategia de la Junta de Castilla y León consistió en minimizar la gravedad de lo ocurrido con la socorrida excusa de que la superficie quemada era solo de matorral. Como si junto con el piorno no se destruyeran también árboles y arbustos jóvenes que representan la posibilidad de recuperación del bosque, o como si no fuera precisamente en el matorral de orla donde existe una mayor cantidad de frutos de los que se alimenta la fauna silvestre y su desaparición no incidiera en la supervivencia de aquella.

Pero lo cierto es que las llamas llegaron a algunas morteiras (término con el que en la zona se refieren a los bosques de cabecera de los valles), caso de Pedra Cabalar, por ejemplo, así como a bosques de extraordinario valor ecológico como el Monte Barantés, cuya sola diversidad florística ya le haría merecedor de protección específica.

Recortes en prevención y extinción

Deberá hacerse todo lo posible desde luego para identificar a los autores materiales de estos incendios, que seguramente se encuentren entre quienes de algún modo pueden obtener beneficios quemando; pero no deberíamos desaprovechar esta oportunidad de reflexionar sobre lo que no se está haciendo bien con relación a este bellísimo pero castigado territorio del occidente cantábrico.

Con relación al primer aspecto, responsabilidades penales aparte, es exigible la aplicación más estricta de las restricciones que la legislación de montes contempla para los terrenos quemados, como la prohibición de cualquier tipo de aprovechamiento (ganadero, cinegético) en las zonas afectadas, así como en las colindantes.

En cuanto al segundo aspecto, son numerosos los colectivos que han cuestionado los recortes presupuestarios en materia forestal y de prevención y extinción de incendios, la privatización y subcontratación de los servicios de extinción, o la mala planificación. A pesar de que se reconoce que, a la hora de decidir las inversiones a acometer, la prevención debería ser prioritaria sobre la extinción, la situación actual en Castilla y León es exactamente la inversa: se estima que por cada trabajador en prevención hay tres dedicados a tareas de extinción. Los trabajos en prevención a lo largo de todo el año (y no solo de forma estacional en las campañas) tendrían además una repercusión muy positiva en términos de empleo en estas zonas rurales.

Por lo que se refiere a las cuestiones de organización y planificación, mencionar solo un dato: mientras en la campaña de verano había 105 fijos discontinuos trabajando en la lucha contra incendios, en el caluroso y seco mes de octubre solo quedaron 21, lo que obligó a tener que solicitar refuerzos de otras provincias.

Estos recortes han sido denunciados desde Ecologistas en Acción [1] o desde asociaciones como A Morteira que, junto con la Plataforma para la Defensa de la Cordillera Cantábrica, y las Asociaciones Urz y Tyto alba se han personado asimismo en el procedimiento judicial abierto contra uno de los presuntos incendiarios implicados.

Es evidente que la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León debería reconsiderar seriamente su política y sus prioridades presupuestarias.

Conservación de los espacios forestales del noroeste peninsular frente a los incendios

El 16 y 17 de diciembre de 2011, casi finalizado el que ha sido Año Internacional de los Bosques, el Observatorio Territorial del Noroeste (integrado por la Universidad de León, la UNED y la Fundación Ciudad de la Energía), organizó en Villafranca del Bierzo el I Encuentro sobre conservación y uso de monte [2], con un tema central de fondo: los últimos incendios en Ancares. Los incendios son precisamente la principal causa de destrucción de los ecosistemas forestales: un bosque puede tardar cientos de años en formarse, pero su desaparición por las llamas puede producirse en tan solo unas horas.

Hay que tener el cuenta que nos encontramos ante un territorio en el que, aunque no siempre alcancen la extensión necesaria para su consideración como “gran incendio” (más de 500 hectáreas), se presenta una muy elevada tasa de repetición y recurrencia. En algún caso, a lo largo de los últimos once años, se ha llegado a quemar la misma zona hasta cuatro veces [3].

En las conclusiones del Encuentro se apunta al conocido “papel de la despoblación del medio rural, su desestructuración y decadencia, como una de las principales causas del problema”. Igualmente se incide como “una de las claves de la conservación la puesta en valor del monte (el monte que genera valor –se dice– no arde)”, reconociendo, que esta generación de valor debe ir mas allá del aspecto estrictamente financiero. La “Custodia del Territorio, como instrumento de conservación de los ecosistemas forestales” ha ocupado asimismo un espacio entre los temas abordados. Finalmente, se señala, por lo que se refiere a las campañas de extinción, que la situación actual es la de unos “trabajos insuficientemente profesionalizados y dignificados”, planteándose en el debate –y este aspecto merece ser subrayado– la conveniencia o no de un cuerpo específico de extinción dentro de la Administración de Castilla y León.

La verdad, hay que reconocerlo, es que jornadas de debate sobre esta problemática no han faltado a lo largo de los últimos veinte años en la comarca del Bierzo. La pena es que a la hora de organizarlas no siempre se tenga en cuenta la tan necesaria participación de todos los sectores implicados.

No hay duda del papel que juega esta desestructuración del mundo rural. El equilibrio que existía entre hombre, herbívoros y ecosistemas forestales se ha roto hace tiempo. Pero lo verdaderamente grave, lo denunciable y lo que se debe corregir con urgencia es que no ha habido una gestión inteligente que supliera aquellas actuaciones tradicionales [4]. La gestión forestal actual sigue sin integrar la biodiversidad y en muchas ocasiones esta no difiere en las zonas declaradas protegidas o incluidas en la Red Natura, de las zonas que no lo están. La conservación es, en efecto, más sobre el papel que real. No se ha sabido o no se ha querido aplicar la gran potencia de la planificación ecológica (ordenación de recursos naturales y forestales, entre otros instrumentos) como herramientas no solo de salvaguarda y protección de los recursos, sino también de desarrollo socioeconómico, de reconocimiento pleno de todos los servicios ambientales que prestan los montes y de garantía de una correcta gestión de los mismos. Y no es por falta de normativa, desde luego. La normativa existe, simplemente no se aplica. Lo que nos debería llevar a analizar la forma como se ha gestionado este espacio natural.

Sin plan de ordenación de recursos

Así, no podemos dejar de advertir que, aunque nos encontramos en una zona perteneciente a la Red Natura 2000 (LIC y ZEPA), que es además Reserva de la Biosfera, la Sierra de Ancares sigue sin contar hoy con un Plan de Ordenación de Recursos Naturales (PORN), tan necesario para evitar el progresivo deterioro del espacio y requisito previo para su declaración como Espacio Protegido en Castilla y León. Y ello a pesar de que desde 1990 el territorio se encuentra sometido a un régimen de protección preventiva cuya declaración implica, según la Ley 8/1991 de espacios naturales de Castilla y León, la aprobación urgente del PORN, concretamente en un plazo máximo de dos (sic) años.

Desde hace dos décadas la Sierra de Ancares se encuentra dentro del Plan de Espacios Naturales Protegidos a declarar por la administración autonómica, siendo en el año 1992 cuando se inicia formalmente la tramitación de un PORN que, tras múltiples avatares, permanece paralizado desde entonces. Y no estamos hablando solo de la conservación de sus recursos naturales, sino también de abrir toda una serie de posibilidades para su desarrollo socioeconómico, hoy por hoy, inexistentes.

La situación, por otro lado, no es muy diferente en los Ancares lucenses donde la declaración del espacio natural por parte de la Xunta de Galicia se encuentra igualmente bloqueada, a pesar de que los documentos técnicos previos para la ordenación de los recursos del espacio hace tiempo que se elaboraron.

¿Hay responsables de esta situación? A diferencia de lo que ocurre en la parte gallega, donde perviven ciertos colectivos antiparque, en la parte leonesa no existe actualmente tal oposición. Las reticencias iniciales fueron debidas fundamentalmente a la falta de información. Hoy en día la mayoría de los alcaldes de los municipios implicados y los propios vecinos estarían a favor de la declaración del espacio como Parque Natural por entender que, bien gestionado, podría ser positivo para el desarrollo de unas zonas deprimidas pero con claras posibilidades en sectores como el turismo.

Nos encontramos ante una colosal inactividad e inoperancia de la administración ambiental que no puede mantenerse por más tiempo. Es evidente que este espacio natural no puede seguir siendo, ni solo ni principalmente, una Reserva Regional de Caza. Gestión esta, la cinegética, que no ha estado libre en los últimos tiempos de episodios lamentables, desde el uso frecuente de cebos envenenados contra el lobo, hasta casos de furtivismo que han llegado a implicar incluso a especies en peligro de extinción, como el oso pardo [5].

Un futuro diferente para Ancares

La Comisión de Agricultura del Congreso de los Diputados debatió ya en 1990 una proposición no de ley del diputado José Luis Núñez Casal para que Ancares fuera declarado Parque Nacional. La iniciativa, sólidamente fundamentada en los valores naturales de la zona, como sus extraordinarios bosques atlánticos de robles, tejos y acebos, no salió adelante, con el argumento de que las comunidades autónomas implicadas serían las encargadas de otorgar algún régimen de protección a este espacio natural. Lo cual, como ya hemos visto, no ha ocurrido. Ancares –se decía en la exposición de motivos– tiene las “condiciones necesarias para adquirir la máxima protección de su ecosistema e impedir que continúen una serie de agresiones medioambientales que están ocasionando un alto grado de pérdida de los valores ecológicos fundamentales que encierra esta zona” [6].

La propuesta, que pretendía recoger el sentir de las organizaciones conservacionistas de entonces (muy preocupadas con proyectos de aprovechamientos hidroeléctricos que amenazaban los ríos de Ancares), se realizó en un momento en el que los parques nacionales declarados representaban todavía un porcentaje muy bajo de la superficie del territorio español y apostaba por fuertes inversiones orientadas a la rehabilitación del patrimonio etnográfico, cultural y natural y a la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la comarca. El recordatorio histórico acaso sirva para mostrar lo que las cosas pudieron ser y lo que son en la realidad.

Con razón, el Consorcio de la Reserva de la Biosfera (formado por los ayuntamientos de Candín, Peranzanes, Vega de Espinareda y Villafranca del Bierzo) ha manifestado su preocupación por unos incendios que “ponen en peligro los valores por los cuales se tiene dicha distinción”.

El actual es un mal escenario porque al daño ambiental producido por los incendios del otoño pasado hay que sumar los perjuicios económicos derivados de un previsible impacto negativo en actividades relacionadas con el turismo de la naturaleza.

Hay que elegir entre extender la protección o extender el deterioro y hay que hacerlo pronto. A Ancares le quedan ya pocas oportunidades de encauzar un futuro basado en el turismo sostenible y la conservación de sus extraordinarios valores naturales y culturales. No debería desaprovecharlas.

Notas

[2] I Encuentro sobre conservación y uso de monte. 16-17 de diciembre de 2011. Villafranca del Bierzo: http://www.intecca.uned.es/noticia.php?id=589

[3] Lozano, F.J., Suárez-Seoane, S. y de Luis, E. 2007. Cartografía de incendios en tres espacios naturales del oeste peninsular mediante imágenes Landsat. Estudio comparativo de los regímenes de fuego. Revista de Teledetección.

[4] Prieto, F.; y González, S (2011). Diagnosis de nuestros ecosistemas forestales. Quercus, 310: 52- 56.

[5] En mayo de 2006 apareció muerto por un disparo un oso en las proximidades de los Lagos de Burbia. http://tinyurl.com/75324zl

[6] Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Año 1990. Nº 66. IV Legislatura. http://www.congreso.es/public_oficiales/L4/CONG/DS/CO/CO_066.PDF