El cambio climático empezó a dejar sus secuelas hace ya tiempo en las regiones terrestres, pero el mar, que es nuestro gran modulador de la temperatura, parecía que permanecía impasible con su fuerza ante estos cambios. Hoy, hay una evidencia total de que el medio marino ha empezado a sufrir los primeros efectos del calentamiento global, lo que indica que estamos alcanzando niveles muy avanzados en este proceso y por tanto será más difícil contrarrestarlo o remediarlo. Y aunque la tendencia en el ascenso de las temperaturas ocurre a escala mundial, es a nivel local donde se aprecian los más inmediatos y devastadores impactos ecológicos. El Mediterráneo es un área especialmente vulnerable a estos cambios, en la que se espera una subida de las temperaturas y un descenso de las precipitaciones más acusados que en muchos otros lugares del planeta, y ya se están observando alteraciones en el ecosistema.

Estas alteraciones en el Mediterráneo van a reflejarse también en los stocks pesqueros, sobretodo de aquellas especies con menos capacidad para hacer frente a los cambios, bien porque su distribución se ubica en zonas mas de plataforma donde las corrientes y temperaturas sufren alteraciones importantes, o bien porque su población esta ya bastante en peligro por la esquilmación de los bancos con las artes de pesca poco selectivas o por las grandes capturas con tecnologías modernas.

Temperatura y atún rojo

Una de las especies más dañadas por estos cambios será sin duda el atún rojo, cuya sobrepesca extrema en los últimos años de los grandes reproductores dificulta además que pueda recuperarse apropiadamente ante las variaciones ambientales. Existen dos poblaciones de atún rojo (Thunnus thynnus), ambas en el Atlántico Norte, llegando a mezclarse sus individuos más jóvenes durante períodos de alimentación. Sin embargo las zonas de reproducción están muy limitadas, y el Mar Mediterráneo es, para la población del Este, el único lugar donde se da este acontecimiento, durante los meses de junio a agosto.

Ciertos experimentos con el atún del Pacífico (Thunnus orientales) han demostrado que, cuando la temperatura del agua se acerca a los 30ºC, existe una muy alta probabilidad de que mueran la mayoría de los individuos, pues su particular sistema de autorregulación de la temperatura no está preparado para resistirlo. Y no debemos olvidar que esas temperaturas ya se han rozado en diversos puntos del litoral español durante los pasados veranos.

Otra de las consecuencias que tiene el aumento de la temperatura del agua es que disminuye la cantidad de oxígeno disuelto en el mar, especialmente necesario para la especie en una época de tanto consumo energético como es la reproductiva o durante el esfuerzo físico de las migraciones. Además, con una temperatura más alta, el metabolismo de los peces se ve acelerado, lo que tiene como consecuencia un descenso en la talla media de los individuos maduros (con una perdida de calidad en los huevos que pondrán estos individuos que alcanzan la madurez sexual con tallas mas pequeñas). Actualmente es difícil encontrar ejemplares de atún rojo que superen los 2 metros de longitud, mientras que hace una década los ejemplares que se capturaban en las almadrabas sobrepasaban frecuentemente los 500 kg.

Plancton

Están también viéndose afectados por el calentamiento global una enorme cantidad de organismos que ocupan un nivel inferior en la pirámide alimenticia del Mediterráneo, empezando por el fitoplancton que, como productores primarios del medio acuático, desempeñan un papel básico en la ecología trófica de mar. Desde hace tiempo se vienen observando explosiones de las poblaciones de algas, o “blooms”, en épocas en las que no solían ocurrir, debido al aumento general de temperatura sufrido en los últimos años. Estos organismos de la base de la cadena trófica son muy sensibles a las variaciones ambientales. Esto tiene como consecuencia un subsiguiente incremento en la población de consumidores primarios, el zooplancton, y que disminuye drásticamente una vez agotan el recurso alimenticio. Este zooplancton constituye el alimento de las larvas del atún rojo, las cuales tienen pocas posibilidades de sobrevivir si se da el mencionado desacoplamiento temporal de la cadena trófica en el plancton, al no encontrar suficientes recursos durante la época habitual. De esta manera, las futuras generaciones de atún rojo peligrarán debido a las pocas larvas que llegaran a adultos y se unirán a los stocks, viéndose de nuevo afectadas las ya críticas pesquerías

Migraciones

Las larvas que consiguen sobrevivir y llegar a la etapa juvenil, así como los adultos que ya se han reproducido en el Mediterráneo salen por el estrecho de Gibraltar y realizan largan migraciones hacia el Sur y el Norte del Océano Atlántico en busca de alimento. Pero el aumento de la temperatura media del océano puede obligar a que estas migraciones sean cada vez más largas, alejándose aun más de la zona de reproducción hacia latitudes más frías, como ocurre ya con otras especies como la anchoa y el bonito.
La población de atún rojo en los caladeros ha descendido un 80% en los últimos años, y en las almadrabas que solían capturar miles de ejemplares que volvían del Mediterráneo al Atlántico en verano se contabilizó un solo ejemplar el año pasado. Además, ciertas predicciones señalan que, de seguir la tendencia actual, la especie podría llegar a agotarse antes del 2100.

Se hace necesario una rápida y severa actuación para intentar restablecer las poblaciones de atún rojo a nivel internacional. Estas medidas a llevar a cabo pasan por una restricción de las cuotas pesqueras, un mejor control de las capturas ilegales (las cuales suponen un tercio del total en la Unión Europea), una restricción de pescar ejemplares durante la época de reproducción (junio), y un aumento de la talla mínima de captura.

Por supuesto es necesaria también una reducción en torno al 60-80% de las emisiones de CO2, para ajustarse a los requerimientos del Protocolo de Kioto por parte de todos los países, un uso sostenible de energías renovables, y una mayor concienciación a nivel de cada ciudadano de los peligros del cambio climático.