El FMI y el BM como proa del proceso de globalización neoliberal

El FMI y el Banco Mundial (BM) fueron creadas en 1944; y se unen a organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio, o regionales como la Unión Europea, en el impulso y la gestión de la globalización capitalista. En un principio, el FMI se encargaba de mantener un sistema de cambio estable entre monedas y dar créditos a los países miembros. Todo ello es fundamental si se pretende que la economía funcione a nivel planetario. Por su parte, el BM se encargaba de dar créditos para la reconstrucción de las necesarias infraestructuras para llevar a cabo la globalización de la economía.

Sin embargo, la crisis económica de los 70 y la de la deuda externa de los 80 vino a dar al traste con esto. A partir de entonces el FMI, se dedica a conseguir que los países del Sur sean solventes para seguir pagando la deuda externa, y se vayan creando las circunstancias político-económicas para que las empresas del Norte puedan seguir colonizando los mercados del Sur.

Las recomendaciones y programas de política económica de estas instituciones se están aplicado en la mayoría de los países del mundo, ya sea bajo medidas de carácter neoliberal (en los países del Norte), o bien a través de los conocidos programas de ajuste estructural (en el Sur).

Las condiciones que se están imponiendo son la orientación de las economías hacia la exportación, con la especialización de las mismas; la desaparición de las trabas aduaneras para la importación y las inversiones; la eliminación de legislaciones que limiten el libre comercio (de tipo laboral, de protección al consumo o ecológico); la rebaja de los gastos sociales (pensiones, sanidad, educación, desempleo); y la privatización de empresas y servicios (incluidos, claro está, los servicios sociales).

Las consecuencia de estas políticas son evidentes. Así disminuyen los presupuestos en servicios básicos como educación, salud, alimentación o vivienda, afectando especialmente a las mujeres (que constituyen el 70% de las personas pobres del mundo). Las desigualdades, que estas instituciones dicen combatir, no han hecho sino aumentar en estos 60 años, no sólo entre los estados, sino también dentro de los mismos. Todo ello somete a imparables flujos de personas a tener que desplazarse de sus lugares de origen. Vivimos en un mundo en el que millones de seres humanos siguen sufriendo explotación, hambre, violencia, epidemias y precariedad.

En cuanto al medio ambiente, las políticas de estos organismos aceleran el cambio climático, destruyen los pulmones verdes, dilapidan los recursos hídricos y desertizan el planeta. En el nivel de la salud crean riesgos gravísimos con una agricultura y ganadería desnaturalizadas (transgénicos, vacas locas, fiebre aftosa); y monopolios sobre la vida misma, a través de las patentes sobre fármacos, semillas y el genoma.

Pero además el FMI y el BM tienen mucha responsabilidad en la situación mundial actual, en la que los conflictos armados se desarrollan por todas partes. Como consecuencia de sus políticas las desigualdades crecen y crecientes masas de personas desesperadas hacen oír su voz de la única forma que se les queda. Además, la lucha por el control de mercados, recursos y regiones estratégicas en general, se hace más encarnizada aun, llegándose a la dramática situación de Oriente Próximo y Medio. Allí el FMI y el BM han colaborado activamente a empobrecer a amplias capas sociales que ahora luchan contra los renovados intentos de dominación, ya no sólo económica, sino también militar, que dramáticamente sufren.

Dos instituciones antidemocráticas

Además, las dos instituciones distan mucho de ser democráticas y están férreamente controladas por el Norte y, especialmente, por EEUU. En ellas el número de votos es función del dinero que se aporta a la organización; obviamente, los que más aportan son los países del Norte. Pero no sólo eso, sino que la ciudadanía no tiene ningún mecanismo de elección de los cargos directivos de estas organizaciones. Así, mientras Rodrigo Rato ha perdido en las últimas elecciones generales el ministerio de economía, seguirá dirigiendo nuestra política económica a través de su nuevo cargo en lo más alto del FMI.

Pero no son únicamente los estados los que influyen en sus decisiones, las multinacionales también presionan con mucho éxito para que las políticas que se adopten sean las que les interesan.

Nuestra opción es otra

Ante este modelo neoliberal de globalización, que se nos quiere imponer como el único posible, apostamos por las resistencias, y afirmamos que otro mundo es posible. Un mundo basado en el control democrático de los bienes, en la solidaridad, en la igualdad, en la justicia social, y en una relación armónica con el entorno.

Solidaridad entre pueblos. Exigimos la abolición de la deuda externa, pagada con creces, y el reconocimiento de la deuda ecológica con los países del Sur, tras siglos de expoliación de sus recursos. Exigimos el fin de las políticas destructoras de las culturas de los pueblos.

Solidaridad entre personas, a fin de garantizar unas condiciones de vida dignas para todo el mundo, mediante un trabajo digno y estable, derecho a la vivienda, y derecho a la sanidad y a la enseñanza, como servicios públicos de calidad. Apostamos por globalizar los derechos sociales y laborales.

Solidaridad entre generaciones, para garantizar la salud del planeta y de sus habitantes. Es necesaria una economía sostenible basada en la cultura de la prevención y la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables. Es necesario un modelo agroalimentario respetuoso con el equilibrio ecológico que, además de proveer de alimentos a toda la humanidad, garantice su calidad para el consumo.

Defendemos establecer los medios y mecanismos necesarios que permitan al conjunto de la sociedad poner la economía a su servicio. Apostamos, igualmente, por unas relaciones de comercio justo entre los pueblos que garanticen a todos mejores condiciones de vida y de trabajo.

Queremos impulsar un modelo radical de ciudadanía que no convierta a las personas en simples usuarias de las políticas sociales, sino en sus protagonistas.

Desde esta legitimidad declaramos al FMI y al BM instituciones non gratas y denunciamos la violencia de sus medidas que imponen por la fuerza la miseria y la angustia en todas partes. Hacemos un llamamiento a la movilización pacífica, pero contundente, contra la presencia del FMI y del BM y a favor de la globalización de las resistencias y de la solidaridad.