Seguir potenciando los puertos para el suministro de combustible, fomentando el bunkering y otras prácticas peligrosas, pasa factura. En el caso del puerto de La Luz, en Gran Canaria, los planes de ser la gasolinera del Atlántico pasan por incentivar el tráfico de barcos y fidelizarlos a través de bonificaciones. Eso provocó que se comenzara 2015 con un incremento en el suministro de combustible del 31,38%. Los recursos invertidos en aumentar el negocio chocan con la falta de preparación para gestionar accidentes.
La lógica indica que a más tráfico, más posibilidades de siniestros y vertidos. Pero la realidad demuestra que los responsables no estaban preparados ni los protocolos eran adecuados. El traslado del buque ruso Oleg Naydenov desde el puerto a alta mar ha desencadenado una situación incontrolable de la que ya hay efectos.
La aparición de una tortuga podría ser la primera consecuencia del vertido para la fauna marina. El buque se ha hundido a gran profundidad, más de 2.000 metros, donde las aguas están a bajas temperaturas. Allí el combustible del barco, casi 1.500 toneladas de fuel, se condensa y resulta más dañino. La tortuga apareció impregnada de una pasta negra, lo cual demuestra el problema.
La fiscalía de medio ambiente ya está investigando la gestión del accidente y las posibles responsabilidades: la delegación de gobierno, la autoridad portuaria, encargada de la gestión del puerto, y capitanía marítima, fuera del puerto. Resulta inaceptable que, una vez más, la falta de previsión y los intentos de quitarse rápidamente el problema de encima terminen en un vertido con graves consecuencias ambientales, como lamenta Ecologistas en Acción.