En la mañana del 23 de mayo, como todos los fines de semana desde que se hundió el Oleg Naidenov hace casi cuarenta días, recorrimos algunas playas del sur y suroeste de Gran Canaria.

En la desembocadura del Barranco de Arguineguín algunas personas mariscaban ajenas a las labores de dispersión mecánica, eufemismo con el que llaman a la acción de batir y diluir la mancha de fuel para que no alcance la costa, que llevaban a cabo tres barcos de Salvamento Marítimo (Guardamar Talia, Punta de Salinas, Miguel de Cervantes y Cruz de Mar) apoyados por un avión y un helicóptero. Junto a los mariscadores que se afanaban a levantar piedras en busca de pequeños cangrejos localizamos algunas manchas de piche, pocas, pero dado que aún la administración no ha hecho analíticas desconocemos el impacto del fuel altamente contaminante diluido en agua sobre esa fauna y sus efectos en el medio marino y la salud pública.

Continuamos nuestro recorrido por la costa con un paseo ataviados con monos blancos y pegatinas, alusivas a la contaminación y a la peligrosidad del vertido que llega de manera constante desde hace casi seis semanas, por la Playa de Maspalomas. En dicho lugar citamos a la prensa para denunciar la irresponsabilidad de las administraciones publicas canarias y estatales, que siguen restando importancia a un grave problema que ellos han creado y que a día de hoy ni se ha solucionado y ni se han depurado responsabilidades. Hemos de decir que la asistencia de medios de comunicación fue escasa.

No obstante, continuamos nuestro paseo ante la atónita mirada de naturales y turistas que disfrutaban de un gran día de playa y que asociaban nuestro atuendo blanco a la presencia constante de los barcos naranjas en el horizonte. Algunos se acercaban curiosos a preguntar si pasaba algo; otros a comentarnos que se habían manchado los pies de una sustancia negra y viscosa; otros que en las recepciones de los hoteles no paraban de llegar quejas por la presencia durante varios días de esa sustancia a lo largo de la playa.

Dos policías vinieron a identificarnos amablemente. Mientras, la mayoría disfrutaba del sol y del mar, de un mar que puede estar contaminado pero que no se analiza malintencionadamente para evitar una alarma que pueda restar votos en las inminentes elecciones.

Durante esta jornada hemos comprobado la existencia de fuel en las Playas de Maspalomas donde miles de personas pasaban el día ajenas a lo que está sucediendo y sin conocer de manera veraz si existe o no peligro por contaminación. En Meloneras el piche salpicaba las piedras, a pesar de que esta mañana se limpiaba con máquinas el vertido y en algunos casos se tapaba con arena, tal y como nos narraba un turista. En Montaña Arena en estos días ha llegado una cantidad abundante, que fue retirado por los servicios de limpieza y, hoy, por quienes se acercaban a disfrutar de esta playa, que lo acumularon en bolsas en un rincón de la playa.

El Oleg continúa con al menos 800 toneladas de fuel en sus bodegas, ascendiendo de manera imparable, contaminando el océano y llegando a diario a nuestras playas, a pesar del esfuerzo por batir la mancha y que desaparezca sin ser vista.

El problema existe, está ahí, en cada tortuga que llega muerta a la orilla, en cada ave que vuela a su nido y contamina con sus plumas petroleadas a pichones y huevos, en cada pequeña mancha tras la que existe una mancha aún mayor… y las administraciones públicas, en un ejercicio de irresponsabilidad tratan de minimizar un problema del que desconocemos su alcance y del que no existen misteriosamente culpables cuarenta días después de su negligente hundimiento a dos mil y pico metros.