La campaña iniciada por el diario La Rioja ha vuelto a poner en medio del debate público el problema de las infraestructuras de transporte en esta región centrado, en este caso, en la penosa situación de nuestra red ferroviaria y en la añorada y prometida llegada del tren de alta velocidad (TAV). Una situación que, una vez desaprovechada la época de abundancia de recursos públicos, no puede ser más desesperante, con un tren cuyo trazado data del siglo XIX, una carretera nacional N-232 peligrosamente saturada de tráfico y un aeropuerto sin apenas aviones.

Y de nuevo la clase política dominante vuelve a caer en el mismo error de demandar al Gobierno estatal una actuación grandilocuente y sobredimensionada, que no necesitamos, y que se retrasa una y otra vez acompañada de reiteradas proclamas electorales y acusaciones mutuas, como ha quedado de manifiesto en la vergonzosa entrevista al consejero Antonino Burgos el pasado día 15 de noviembre. De este modo, ambos partidos, PP y PSOE, repiten a modo de “mantra” que La Rioja necesita que se desdoble la N-232 con un trazado paralelo a una magnífica autopista AP-68 que languidece por falta de uso. Por suerte últimamente comienzan a oírse voces procedentes de la sociedad civil que tratan de poner un poco de racionalidad demandando que se libere definitivamente la susodicha autopista del peaje prorrogado con alevosía por el Partido Popular.

Nadie niega ya la necesidad de actuar en el anticuado eje ferroviario que atraviesa La Rioja de este a oeste ni la consideración del ferrocarril como un medio de transporte de futuro, del cual estamos quedándonos descolgados. La modernización del eje Miranda- Logroño- Castejón- Zaragoza ha entrado y salido sucesivas veces de los múltiples Planes Estratégicos de Infraestructuras y Transporte (PEIT) que contemplan el futuro de la Red de Tren de Alta Velocidad de España, pero la realidad es que, a día de hoy, el corredor riojano ni está dentro de las inversiones previstas ni se le espera.

Y llegados a este punto muerto, nunca mejor dicho, es necesario preguntarse ¿De verdad necesitamos un Tren de Alta Velocidad (TAV) para resolver las carencias de comunicación de la región e integrarnos en las redes estatales? Exactamente igual que hace tiempo nos venimos preguntando ¿La Rioja necesita dos autopistas con 8 carriles en total para comunicarse por carretera a través del eje del Ebro?

Un TAV se mueve a una velocidad máxima de 350 km/hora con lo cual el tiempo de viaje a Zaragoza duraría algo más de media hora y a Miranda de Ebro aún menos. ¿Es necesario semejante esfuerzo económico para acortar del tal modo los tiempos cuando existen otras alternativas menos costosas y, sobre todo, más viables como un tren moderno con velocidades máximas de 230 km/hora?

Además de su elevado coste, que está retrasando su implantación en muchos territorios, un TAV ocasiona, entre otros, el aislamiento y la despoblación de una parte importante del territorio al conectar sólo grandes ciudades, origina un importante impacto ecológico y sus tarifas no están al alcance de todo el mundo.

Por el contrario, un tren de los denominados de Velocidad Alta, con un tiempo de conexión a Zaragoza en torno a la hora, requiere mucha menos inversión, daña menos el territorio, es más compatible con el tráfico de mercancías y sus tarifas son más accesibles para la población, además de que podría servir como medio de transporte comarcal al unir Logroño con tres cabeceras, Calahorra, Haro y Alfaro y otras poblaciones que alcanzan más de 50.000 personas. ¿Qué cerrazón o intereses existen para insistir entonces en demandar un tren cuyas prestaciones tan elevadas no necesitamos, con un coste desorbitado que aleja año tras año las posibilidades de inversión y cuyo uso sería más minoritario y no llegaría a una gran parte de la población riojana del Valle del Ebro?

Al mismo tiempo, y como ya estamos habituados a lo largo de nuestra historia, La Rioja está volviendo a quedarse relegada en detrimento de otras regiones con mayor peso político hasta llegar a la aberración de que el futuro eje ferroviario Galicia- Cataluña al llegar a Castejón de Ebro tenga que subir hacia el norte, vía Pamplona- Vitoria, para volver a bajar a Miranda de Ebro cuando la línea recta atraviesa directamente La Rioja.

Ya es hora de que la sociedad riojana reaccione ante las falsas promesas y las irracionales propuestas de los habituales partidos gobernantes sobre las infraestructuras de comunicación, más cercanas a la ciencia- ficción que a la realidad de este país. Urge exigir un debate en profundidad donde se analicen las necesidades de la región, las opciones viables para resolverlas, sus impactos ecológicos y costes derivados para, a continuación, formular una propuesta racional, defendible y realista que consiga en un plazo razonable un tren moderno que no nos vuelva a dejar aislados de las principales redes ferroviarias.

En caso contrario, seguiremos asistiendo al espectáculo de la pelea de gallos de nuestros dirigentes políticos para ver quién promete más y más alto el inalcanzable Tren de Alta Velocidad, mientras el tren del nuestro futuro pasa de largo por otras comunidades autónomas dando un rodeo que perpetuará nuestro aislamiento.

Rafael Fernández Aldana, Ecologistas en Acción