Las realimentaciones de playas, según datos de todos los expertos, no aguantan, en el mejor de los casos, más de cinco años, porque de nuevo volverán los temporales de Poniente que volverán a llevarse la arena.

El equilibrio morfodinámico de las corrientes de invierno (erosivas) y de verano (sedimentarias) es lo que hace que las playas andaluza se mantengan. Igualmente, los cordones dunares en la trasera de las playas actúan como almacén y como suministro según los vientos y brisas litorales. Tenemos playas muy dinámicas, cambian estacionalmente, pero se han mantenido en equilibrio durante miles de años.

La dinámica natural de las playas está sujeta a procesos naturales de aporte y retirada de arena. Los ríos aportan sedimentos a las costas y el oleaje los redistribuye a lo largo del litoral. Pero la presión urbanística en la costa y los numerosos embalses y presas existentes a lo largo de los cauces fluviales van interfiriendo negativamente en el equilibrio natural.

¿Por qué se ha roto el equilibrio? La respuesta de los expertos es unánime: por un lado la destrucción de los cordones dunares por actuaciones urbanísticas diversas, tanto fijas como estacionales, y por otro la presencia de pantallas urbanísticas o portuarias que alteran el régimen de los vientos litorales o de las corrientes marinas. Claramente, son las actuaciones humanas.

Si a ello unimos que el Cambio Climático está provocando subidas en el nivel del mar que acelerarán los procesos de pérdida de arenas en las playas, frente a los cuales no sirve de nada la “mitigación” (echar más arena), sino la “adaptación” (recuperar las franjas costeras con sus funciones ecológicas preservadas), comprobamos la sinrazón del acuerdo parlamentario.

Ante esta situación, los distintos responsables políticos, alcaldes, consejerías, Demarcaciones de Costas, llevan años aportando áridos para paliar el problema y para no perder ancho de playa, e incluso inventar playas donde hay roquedos, aportando arena procedente de canteras o de arenales submarinos, una solución que tanto ecologistas como investigadores consideramos inútil ya que no resuelve la situación a medio y largo plazo. La simple deposición de nuevas arenas o áridos no es más que un parche; la arena que se aporta al principio de verano se perderá con el siguiente temporal de otoño y con ello se pierde anual e inútilmente miles y miles de euros públicos.

Lo que se debería hacer sería analizar y estudiar la verdadera causa de las pérdidas de arena y corregirla; es decir, una verdadera regeneración. Pero si la playa padece un déficit crónico por alteración entrópica, la arena no se va a mantener en la costa, lo que provoca que, al cabo de un tiempo, a veces al año, vuelva a ser necesario un nuevo aporte de áridos.

Año tras año se nos dice que se van a llevar a cabo la “regeneración de playas” y en esta año electoral ha llegado hasta el Parlamento: más movimientos de arena, más dragados, más desmontes de dunas para alimentar nuestras maltrechas playas, más inversiones inútiles… y todo para que el año que viene, previsiblemente, se vuelva al lugar de partida. Nuestras playas han sido profundamente alteradas por la construcción de paseos marítimos, espigones, rellenos, dragados, construcciones en primera línea de playas, destrucción de cordones de dunas… lo que ha motivado la pérdida progresiva de arena y la incapacidad para regenerarse de forma natural tras los temporales de invierno. En realidad, lo que se pretende no es “regenerar” ningún ecosistema o unidad paisajística, sino realimentar con arena traída de un “placer” (yacimiento submarino de arena) o de una cantera terrestre, unas playas que de nuevo perderán arena. Y así hasta el infinito.

Lo que se hace es un despilfarro porque es una actuación efímera, inútil, con fecha de caducidad, dilapidadora de recursos públicos que deberían ser destinados a cubrir otras carencias sociales.

Ecologistas en Acción exige un ¡BASTA YA! a las falsas regeneraciones y prácticas antiecológicas. Exigimos algo de cordura y de respeto a las indicaciones científicas y al sentido común, que han demostrado fehacientemente que las realimentaciones de playas no sirven para nada.