El río Manzanares está sufriendo una agresión medioambiental sin precedentes: a la tala de todo el arbolado de porte de sus márgenes, se ha venido sumando el continuo trasiego de maquinaria pesada por su cauce, el vertido indiscriminado de escombros y sustancias diversas y ahora se añade la construcción de una carretera alternativa al anterior trazado de la M-30 que ocupa más de la mitad del río desde el puente del Rey a Legazpi.

Para conceder los permisos necesarios en lo que respecta a las actuaciones sobre el río, la CHT impuso al Ayuntamiento una serie de obligaciones tales como: establecer medidas para aumentar la capacidad de caudal del río en previsión de avenidas, garantizar la conservación de las características hidrológicas del Manzanares, controlar de la calidad del agua y proteger activamente la flora y la fauna de sus márgenes y la prohibición expresa de provocar vertidos procedentes de las obras. Todas estas condiciones están siendo incumplidas sistemáticamente con la mayor impunidad.

- No hace falta contar con un equipo de especialistas (mucho menos si son ciegos o no quieren ver) para comprobarlo, basta mirar:

- No se protege la flora del río talando todos los árboles y arbustos aledaños simplemente porque así las constructoras trabajan más cómodamente.

- No se protege la fauna del río dejando, como se ha hecho, que los peces mueran asfixiados en el lodo o en los charcos de aceite proveniente de las maquinas pesadas.

- No se conserva la calidad del agua -aunque ésta era escasa- permitiendo el vertido indiscriminado de lodos, escombros, etc.

- No se aumenta la capacidad del caudal reduciéndolo a menos de la mitad.

Es manifiestamente falso que, como dice el portavoz de la Confederación, “todas las plataformas que ocupan el cauce del río son inundables, erosionables y arrastrables […] y que no ofrecerían ninguna resistencia al agua”, a no ser que se consideren como tales las toneladas y toneladas de piedras de considerable envergadura que se han utilizado para cimentar la calzada que discurre por el cauce, las planchas de cemento y hormigón bajo el asfalto, las estructuras metálicas que se han fijado -incluyendo las correspondientes al alumbrado y la señalización- y así un largo etcétera.

El Ayuntamiento, con la colaboración activa de la Comunidad de Madrid, esquivó de forma torticera la obligación de elaborar un Informe de Impacto ambiental y someterlo a discusión pública.

Sabemos que, como se demuestra en esta y otras actuaciones similares -Plaza Elíptica, M-50, M-501, etc.- que la sensibilidad ecológica y medioambiental no es precisamente el fuerte de los actuales responsables de la Comunidad de Madrid. Es penoso, pero difícilmente salvable dadas las circunstancias.

Por eso, la Plataforma M-30 lamenta de forma particular que la Confederación Hidrográfica del Tajo se muestre tan pasiva ante las agresiones manifiestas que sufre el río Manzanares y haga la vista gorda y mire para otro lado pensando, quizá, que el destrozo de hoy compensa los gastos que en orden al hipotético saneamiento futuro del río está asumiendo el Ayuntamiento en su lugar y, posiblemente también, porque que ya hay bastante bronca por cuestiones de agua entre el Ministerio y Madrid para añadir un motivo más de enfrentamiento.

Si fuera el caso, son encajes que la Plataforma M-30 no considera aceptables, máxime cuando están al dictado de un proyecto -como es el de la ampliación de la autopista urbana M-30- que es económicamente disparatado, urbanísticamente desfasado y ecológicamente insostenible.