Ecologistas en Acción repudia la visita de Barack Obama a Rota, Madrid y Sevilla y, para hacerlo público, se suma a las manifestaciones convocadas por la campaña #NoalTTIP.

El Gobierno de EE UU, bajo la administración de Barack Obama, ha sido uno de los principales impulsores de las negociaciones del TPP, el TTIP y el TiSA, acuerdos regionales o multilaterales de liberalización comercial a gran escala.

Los tres tratados persiguen aumentar el comercio de bienes y servicios de todo tipo mediante reducción o eliminación de aranceles, apertura de mercados públicos al interés privado, armonización normativa (a la baja) y establecimiento de medidas de protección de las inversiones. Suponen una vuelta de tuerca a la globalización capitalista neoliberal y van contra los intereses de las mayorías sociales, profundizando en la mercantilización de las personas y la naturaleza.

Detrás del interés de la administración Obama por estos acuerdos comerciales está por un lado la presión de las transnacionales estadounidenses de todos los sectores, que persiguen el acceso a nuevos mercados y a mano de obra más barata, así como la rebaja de las normativas de todo tipo que puedan reducir sus tasas de beneficio. También está que, desde el punto de vista geoestratégico, el objetivo de EE UU es mantener la hegemonía comercial y económica mundial frente al ascenso de China. En el contexto de paralización de la Ronda de Doha en la OMC, en buena parte debido a diferencias con los países BRICS, la alternativa son los mega-tratados. Los países que queden fuera del bloque TTP-TTIP-TiSA, centrado en EE UU, verán comparativamente reducido su acceso a una gran parte del mercado mundial (850 millones de personas y 60% del PIB mundial).

Con el TPP, tratado transpacífico multilateral con varios países asiáticos, de Oceanía y de América Latina, el Gobierno de Obama pretende aislar a China y obligarla a asumir la agenda de liberalización comercial marcada por EE UU en función de los intereses de sus transnacionales.

Otro de los grandes tratados que impulsa la administración Obama es el polémico TTIP, acuerdo comercial entre EE UU y la Unión Europea (UE) y considerado como una OTAN económica. Entre las consecuencias probables del TTIP estaría el aumento de las importaciones de la UE de gas natural estadounidense procedente del fracking y el impulso a esta técnica extractiva en la propia UE. Pero la lista de impactos ambientales es mucho más larga: apertura a la comercialización de transgénicos, alteradores hormonales, aumento de las emisiones de CO2, etc.

El tercer gran tratado es el TiSA, un acuerdo multilateral de comercio de servicios que busca ampliar el GATS firmado en la OMC en 1995. Llamativamente, este tratado está siendo negociado fuera del marco OMC y los BRICS están excluidos de las negociaciones. La intención del bloque occidental liderado por EE UU es forzar a estos países a adherirse a un acuerdo ya rubricado y que previsiblemente estará márcado por los intereses de las transnacionales estadounidenses, sin poder introducir sus especificidades y exigencias.

En definitiva, lo que el Gobierno de Obama pretende con estos tratados es reforzar la posición del gran capital transnacional estadounidense y defender los intereses geoestratégicos de EE UU en un intento por mantener la hegemonía como primera potencia mundial frente al ascenso de los países emergentes, especialmente China.

Los sectores político-empresariales que promueven estos tratados afirman que son una forma de defender los estándares laborales y ambientales occidentales frente a la pujanza de las economías emergentes e incluso una vía para la democratización de los sistemas políticos de estos países. Frente a estas afirmaciones, Ecologistas en Acción considera que lo que va a suceder es una armonización a la baja en las normativas ambientales, sociales y laborales a ambos lados del Atlántico. Para la organización ecologista, los tratados comerciales TPP, TTIP y TiSA suponen una vuelta de tuerca a la globalización comercial neoliberal, que no tiene en cuenta los límites físicos del planeta ni los derechos fundamentales de las personas.