• El Banco Central Europeo (BCE) y su filial española el Banco de España han inyectado más de 60.000 millones de euros a la industria fósil causante de la degradación climática.
  • Empresas como Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Telefónica, Enagás o Repsol están entre las principales beneficiarias según la investigación realizada por el Corporate Europe Observatory (CEO).
  • Ecologistas en Acción, junto con otras organizaciones europeas, firman el manifiesto elaborado por CEO para pedir el cese inmediato de estas ayudas tremendamente caras climática y socialmente.

Ecologistas en Acción se suma a la iniciativa lanzada por Corporate Europe Observatory (CEO) para denunciar el uso de dinero público para financiar a las grandes empresas fósiles en contra de los acuerdos alcanzados en materia climática. En opinión de Ecologistas en Acción, las constantes declaraciones de las instituciones europeas sobre su compromiso con el clima y las generaciones futuras son una hipocresía que no se corresponde con la realidad de que el Banco Central Europeo financie a los grandes oligopolios energéticos obviando la necesaria transición energética. El Banco de España es, de nuevo, alumno aventajado al facilitar ese apoyo a las grandes empresas españolas, como Abertis, Enagás, Ferrovial, Gas Natural Fenosa, Iberdrola, Repsol o Telefónica.

Por ello, la organización ecologista se suma a esta campaña y traslada a continuación el contenido íntegro de esta demanda:

Desde junio de 2016 el Banco Central Europeo (BCE) ha inyectado más de 60.000 millones de euros en la economía de la eurozona para sufragar la compra de bonos corporativos. Esto forma parte de una estrategia de creación de dinero conocida como «expansión cuantitativa», que pretende estimular la economía de la eurozona a través de la compra de bonos. De este modo, en nombre del crecimiento económico, este programa contribuye al sostenimiento de compañías cuya actividad genera enormes emisiones de gases de efecto invernadero en plena crisis climática.

En la lista de las corporaciones favorecidas por este programa de compra de bonos se encuentran compañías dedicadas a algunas de las industrias más sucias del mundo. El BCE no ha revelado las cantidades que se han dedicado a la compra de bonos de cada compañía concreta. Sin embargo, compañías petroleras y gasistas como Shell, Total y Repsol, así como fabricantes de automóviles y constructoras de autopistas, parecen haber recibido un apoyo particularmente importante. El BCE, por ejemplo, ha comprado bonos de Shell en 11 ocasiones. Además, mientras el volumen de bonos de la industria del carbón adquirido por los bancos centrales nacionales es muy grande (hasta el 68 % del total en un caso), hay muy pocas inversiones en energías renovables en las listas de compra de bonos.

En otras palabras, solo seis meses después de que los países de la Unión Europea (UE) firmaran el Acuerdo de París, grandes cantidades de dinero barato comenzaron a fluir hacia las arcas de enormes compañías que ya disponían de fácil acceso a los mercados de capital y cuyas actividades son intrínsecamente dañinas para el clima, por lo que también lo son para la vida y el sustento de millones de personas en todo el mundo.

Independientemente de la lógica que pueda haber detrás de la selección de estos bonos por parte del BCE, un programa como este es injustificable en el contexto de emergencia climática que vivimos. Tanto las instituciones de la UE como los Estados miembros tienen su parte de responsabilidad en la lucha contra el cambio climático. No parece que la inversión de miles de millones de euros en industrias intensivas en carbono sea coherente con el objetivo de evitar un cambio climático desastroso.

Hay escasa evidencia de que las compras de bonos corporativos por parte del BCE estén consiguiendo otro objetivo más allá de suministrar dinero barato a las corporaciones. Parece que este dinero acaba redundando simplemente en un aumento de las ganancias de los accionistas, mientras que las empresas de mediano y pequeño tamaño, más intensivas en empleo, no son tenidas en cuenta.

Se podrían diseñar políticas económicas con un enfoque distinto, en las que la inversión se dirigiese principalmente hacia proyectos beneficiosos social y ambientalmente, en los que el sector bancario tradicional no suele estar dispuesto a invertir.

Por todas estas razones, es hora de cambiar el rumbo

Como un primer paso, exigimos transparencia. Es inaceptable que el BCE no haga públicas sus compras de bonos. La población tiene derecho a saber qué compañías son las beneficiarias y la cantidad de dinero destinado a la compra de bonos de cada una.

En segundo lugar, exigimos un cambio de rumbo: el fin del apoyo financiero a la industria de los combustibles fósiles. La estrategia de compra de bonos debe ser coherente con los objetivos sociales y ambientales de la UE, incluyendo los objetivos de la Cumbre de París sobre cambio climático.

En tercer lugar, reclamamos a las autoridades europeas la puesta en práctica de políticas alternativas y bajo control democrático. Necesitamos una estrategia que oriente la inversión hacia industrias intensivas en empleo y nos permita combatir la crisis climática.