Sal de la máquina, un manual para recuperar la libertad.

Fernando Cembranos Díaz. Psicólogo y miembro de Ecologistas en Acción [1]. Revista Ecologista nº 92.

Imagina un adolescente que leyera insistentemente un libro mientras está con sus amigos, cuando cena con sus padres, antes y después de la ducha, a escondidas en clase de Ciencias, en el metro, mientras cruza un semáforo, en la piscina, a veces cuando se despierta a media noche, interrumpiendo el escaso tiempo de estudio, cuando está con su novia, y así durante meses y años. Sería calificado de asocial, de desconectado de la realidad, de adicto e incluso de insensato. Cambia ahora el libro por el móvil y reproduce la escena con todos los adolescentes, con sus madres, sus tíos y la mayor parte de sus abuelos, inclúyete incluso tú mismo o tú misma y mira si te resulta una imagen familiar. Yo también me he tenido que incluir pues no he sabido escribir esta reseña sin tener que mirar la pantallita unas cuantas veces.

La esclarecedora narración de Sergio Legaz y las agudas viñetas de Miguel Brieva consiguen en este libro con analogías como la del adolescente y su libro rescatarnos de la falta de perspectiva, (provocada entre otras cosas por mirar intensivamente el móvil), y nos hacen observar este fenómeno desde otros ángulos, en los que se ve mejor el papel que juega esta máquina en nuestras vidas y en la posibilidad de la vida misma.

Con el rostro pálido por la luminiscencia de la pantalla y la cabeza agachada y tal vez sumisa a los innumerables requerimientos de la pantalla de bolsillo, caminamos como zombies mientras la realidad se derrumba a nuestros pies, sin que apenas nos percatamos de ello, porque no queda tiempo ni campo de visión para sentirla y pensarla.

Como dice Jorge Riechmann, si tenemos que favorecer las nucleares para seguir con la luz parpadeante de la pantalla de bolsillo, las mantendremos. Y si son necesarias unas guerras, las permitiremos. Y aunque esté en juego nuestra supervivencia, elegiremos ahogarnos en agua sucia con tal de salvar nuestros móviles. Como las ratas de Olds que preferían autoestimularse constantemente con electrodos el hipotálamo a comer, a pesar de que ello les costara la vida.

El libro es breve, pero claro, entretenido, didáctico y contundente. Explica las numerosas implicaciones de la sorprendente conjunción entre Internet y la pantalla táctil en las relaciones humanas, en la manera de pensar y en los impactos en el territorio. Al igual que la movilidad motorizada disminuye la movilidad corporal (que es la que más nos gusta), la conexión digital disminuye la conexión de nuestros cuerpos y el desarrollo del mundo interior. La esfera digital crece a costa de la biosfera. El texto desmonta también la falsa neutralidad tecnológica, muestra la oscura trama que hay detrás de las apps y nos recuerda que las redes siempre han servido para pescar(nos).

Con desenfado y cierta esperanza proporciona numerosos consejos para disminuir o eliminar la adicción. Hace ver que hay vida más allá del móvil. Y con frecuencia buena. En la portada del libro, junto al ahogado de chaqueta gris aparece una niña descalza y saludable, caminando sobre la arena, que es capaz de ver lo que pasa y que no parece llevar móvil.

Mi personalidad adictiva y neurótica me deslegitima para escribir estas líneas. Deben estar escasos de colaboradores más coherentes en la revista para pedirme a mí esto. No obstante tras la lectura de este libro he resuelto como primera medida silenciar un montón de grupos y clasificar como spam una ingente cantidad de mensajes de información (interesante o no) que yo nunca había solicitado. Todo ello mientras me curo de un esguince provocado por ir mirando la pantallita de colores por la calle. ¡Ah! y de paso intentaré también dejar de fumar, aunque esta vez con parches.

Notas

[1] Libros de la Editorial de Ecologistas en Acción