Un ejemplo paradigmático de disfrute de un entorno para el paseo, el deporte y el tráfico rodado es el de la Hoz del Júcar. Partiendo de este enfoque, y dado que el uso prioritario que existía para la carretera, el tráfico de vehículos, pasará a ser secundario después de la construcción de la nueva variante, deja de tener sentido una obra que supone la ampliación de la carretera y que mantiene una velocidad de 80 km/h para los vehículos.

Es chocante que un proyecto que pretende mejorar el disfrute por los conquenses del paisaje, mediante carriles bici y accesos peatonales, a la vez vaya a suponer la destrucción de parte de los valores que se pretendían mostrar.

El proyecto plantea la ampliación de la carretera hasta los 12 metros de ancho. El encaje de una infraestructura de estas dimensiones en un entorno como el de la Hoz del Júcar, conlleva un importante impacto, con la merma significativa de la calidad paisajística. A esto hay que añadir que la ampliación supone destrucción de vegetación, desmontes y movimiento de tierras.

Tampoco parece adecuado la construcción de un murete para separar el carril bici, puesto que, además de su dudosa utilidad, supone una barrera para la fauna que de forma habitual se acerca al río desde la margen derecha.

Las alternativas que plantea Ecologistas en Acción son, entre otras, la reducción de la calzada para los vehículos en beneficio de los carriles bici y espacio para los peatones, lo cual no supone la ampliación de la carretera, y la reducción de la velocidad hasta los 60 km/h, con el tramo hasta la playa de 40 km/h.

Si el objetivo del proyecto es que la carretera de la Hoz del Júcar pase a tener un uso prioritariamente recreativo y de disfrute de la naturaleza, el proyecto planteado es un contrasentido en sí mismo.