Si bien los condicionamientos propiciados por la sequía estival y el cambio climático pueden considerarse como factores decisivos que influyen en el deterioro de la ya de por sí mermada salud ambiental de nuestro río como consecuencia de la alta carga contaminante que porta desde la desembocadura del Jarama, no es menos cierto que el uso insostenible del agua -en sus múltiples formas posibles- se constituye como el principal riesgo para la conservación integral de este elemento natural tan necesario para la supervivencia de los seres vivos de nuestro entorno (incluido el humano).

Y es que, dejando a un lado la rémora insoslayable que para nuestro río supone el continuo sangrado que le propicia el Trasvase Tajo – Segura, el agua del tramo medio del Tajo, en lugar de funcionar como motor del desarrollo racional (y por tanto sostenible) de las comarcas de La Sagra -Torrijos- Talavera, está funcionando como elemento impulsor de un desarrollismo que tiene en la urbanización y el regadío incontrolados sus principales valedores para la obtención de unos réditos económicos particulares de escasa repercusión en beneficio del conjunto de nuestra sociedad y de severísimo impacto ambiental.

Hablamos pues de “desarrollismo” y no del tan manoseado término que entendemos bajo la denominación de “desarrollo sostenible”. Este desarrollismo, cada vez más parecido al tan denostado modelo que ha arrasado con toda nuestra costa levantina, beneficia sólo a unos pocos empresarios, acapara la práctica totalidad de los recursos hídricos de la fosa del Tajo (tanto de aguas superficiales como de aguas subterráneas) y nos ha llevado a un estado de práctico agotamiento de los mismos. Todo ello propiciado por situaciones cuando menos alarmantes, como la famosa construcción de 13.500 viviendas en el PAU “El Quiñón” de Seseña o el hecho de que en la Mancomunidad de Regantes de Castrejón se rieguen olivos (árboles de secano por antonomasia) mediante sistemas de riego (nebulizadores pivotantes) que han demostrado tener un altísimo consumo de agua, baja eficiencia energética y una elevadísima capacidad erosiva del suelo.

¿CAUDALES ECOLÓGICOS O CAUDALES MÍNIMOS?

La cuantía de los caudales mínimos marcados en el Plan Hidrológico de la cuenca del Tajo se encuentra muy por debajo de la que podría considerarse propia de los llamados “caudales ecológicos” para un río de las características del nuestro, los cuales deben entenderse como aquellos que garanticen la conservación de los ecosistemas ribereños y la supervivencia de todos sus elementos faunísticos y florísticos. Esta circunstancia permite que, manteniéndose una legalidad escasamente funcional desde el punto de vista ecológico en relación a la gestión del cauce del Tajo, éste se encuentre en situación tan crítica.

Por otra parte, el hecho es especialmente grave si consideramos que en este tramo de río se incluyen algunos espacios naturales protegidos que forman parte de la europea Red Natura 2000 bajo las figuras de Lugares de Interés Comunitario y Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPAs). Tal es el caso del Tajo en Castrejón, las Islas de Malpica de Tajo o la cola del Embalse de Azután, todos ellos espacios naturales que deberían tener garantizada la disponibilidad de agua para el buen funcionamiento del complejo entramado de relaciones que desarrollan los seres vivos que los habitan.

Si bien en las proximidades de Toledo la situación “aparente” no parece tan alarmante por estar el caudal represado en la amplia seriación de azudes que regulan las diferentes balsas que se forman en torno a la capital regional, a partir del Embalse de Castrejón, la situación se vuelve catastrófica. Del Salto de Castrejón en adelante y durante un tramo de 16 kms., el río queda literalmente “muerto” al derivarse la práctica totalidad de sus aguas por el Canal de Castrejón. Sólo de esta manera pueden mantenerse en funcionamiento durante el verano las turbinas que Unión Fenosa dispone en la Central Hidroeléctrica de El Carpio de Tajo. Similar situación se produce entre El Carpio y Malpica de Tajo con canales de menor entidad.

Llegados a Talavera de la Reina la situación es igualmente llamativa al quedar al descubierto amplias playas, arenales y médanos nunca hasta ahora vistos, ni siquiera por los más antiguos residentes de la ribera, ancianos ya, que no dan crédito a sus ojos, pues aunque los estiajes (habituales en el ámbito mediterráneo) propiciaban el surgimiento de las zonas más someras, la profusión de charcones aislados por islotes arenosos nunca había llegado a estos extremos (ver fotografías).

Mención aparte merece la amplia llanura en que ha quedado convertido el cauce del Alberche en su incorporación al Tajo. El lamentable estado de conservación de sus riberas (algo también achacable al Tajo en Toledo y Talavera) y el escaso hilo de no más de dos metros de anchura que presenta el Alberche en este punto tienen mucho que decir sobre las autoridades “competentes” que debieran evitar este tipo de situaciones.

Llegados este punto cabría pensar en quién recae la responsabilidad y la competencia al respecto de la conservación de nuestros ríos.

Si parece claro que al ser el agua un recurso imprescindible para todo ser vivo, la responsabilidad de su buen uso debe recaer sobre cada ciudadano, las competencias de gestión de dicho uso hay que buscarlas, según marca la normativa ambiental vigente, en la Confederación Hidrográfica del Tajo y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

La primera de ellas en todo lo relativo a la vigilancia y administración de concesiones, vertidos, etc. Y la segunda en lo que tiene que ver con el control del modelo de desarrollo que se pretende para una comunidad autónoma en plena expansión como le sucede a la castellano – manchega.

Para finalizar, cabría destacar las mejoras que desde nuestra organización apreciamos en las nuevas formas de actuación y comprensión de los problemas hídrico – ambientales en el seno del ministerio de Medio Ambiente y en particular en su titular Cristina Narbona, quien ha propiciado una incipiente renovación de las Confederaciones Hidrográficas y ha sabido acatar algunas de las demandas que durante los últimos años veníamos reivindicando desde el movimiento ecologista.