La migración por todo el globo a menudo fue impulsada por motivos climáticos.

Luis González Reyes, Ecologistas en Acción [1]. Revista El Ecologista nº 86.

Los cambios climáticos han sido determinantes en varios momentos de la historia de la humanidad. Así, es importante mirar hacia atrás para obtener algunos aprendizajes aplicables al actual calentamiento global. Sin embargo, el condicionamiento climático sobre la organización social no ha sido ni será en un sentido determinado, sino que en gran parte es una opción humana. Un patrón que se puede extraer es que, en general, una mayor desestructuración social previa hacía más probable que las modificaciones climáticas contribuyeran a profundizar relaciones de dominación.

Los cambios climáticos fueron uno de los factores que empujaron los procesos migratorios de los homínidos por todo el planeta. En los periodos en los que el Sahara era una tierra más fértil fue un lugar de destino. Pero, más adelante, al volver periodos secos, estas poblaciones se veían empujadas a emigrar. Estos nuevos flujos se producían en muchos casos hacia el norte, hacia Eurasia. Siberia y Beringia impulsaron las migraciones de forma similar, pero con el frío como condicionamiento, lo que impulsó y permitió la llegada a América del ser humano.

Pero la principal razón del empuje expansivo se debió al sostenimiento, conforme la población fue creciendo, del consumo de energía por habitante en una organización social, la forrajera [2], que requería una densidad de población baja.

El tránsito al metabolismo agrícola

La revolución agrícola comenzó en un momento de cambio climático. En la zona del suroeste asiático, entre 13000 y 11500 a.C. el patrón de lluvias fue más intenso, lo que facilitó el crecimiento de la población y que esta se hiciese en parte sedentaria. Pero, entre 11500 a.C. y 10600 a.C. se produjo una fuerte sequía.

Como consecuencia del cambio climático y del incremento poblacional, los seres humanos tendieron a ensayar otras formas de obtener alimentos. En algunos casos, las poblaciones migraron, en otros diversificaron sus fuentes nutricionales y en otros reforzaron las prácticas hortícolas que ya habían empezado. Es decir, que la agricultura no fue inevitable, sino una elección en un contexto complicado.

Cuando las condiciones climáticas volvieron a los parámetros pretéritos, muchas de estas sociedades no retornaron a prácticas forrajeras que habían olvidado, sino que reforzaron su apuesta agropecuaria, de forma que alrededor de 8500 a.C. ya se aprecia una sociedad plenamente agrícola. Entre 6200 y 5800 a.C., se volvió a producir otro periodo seco, reforzando el paso hacia la agricultura y la ganadería.

En los valles de los ríos Huang He y Yangtsé se produjeron cambios climáticos similares, que pudieron empujar un proceso parecido. Entre otras cosas, pudieron facilitar el crecimiento del mijo y del arroz respectivamente. En ambos casos, combinados con la cría de cerdos.

Una vez que las sociedades se hicieron sedentarias, la necesidad de controlar la natalidad disminuyó, pues la movilidad no era una obligación. Además, conforme fueron siendo capaces de controlar mejor las técnicas agrícolas y ganaderas, el incremento poblacional se hizo mayor. Así, el sedentarismo se tornó sin vuelta atrás cuando las poblaciones crecieron lo suficiente como para necesitar fuentes de energía más intensivas. Otro factor que ayudó a estabilizar este proceso fue que, desde entonces, el ser humano ha disfrutado de un clima cálido y más o menos estable. El Holoceno, que empezó hace unos 12.000 años, ha sido el periodo de mayor estabilidad climática en los últimos 400.000 años.

Aparición de la civilización dominadora

Hace unos 6.000 años, comenzó un cambio civilizatorio de gran magnitud que marcó la historia de la humanidad. Las sociedades agrarias se empezaron a volver dominadoras, patriarcales y violentas, creando ciudades y Estados. Además, empezaron una lenta desacralización de la naturaleza. A esta civilización, que comprende una amplia diversidad interna, la denominamos dominadora.

En la etapa forrajera y los primeros 4.000 años de agricultura, los seres humanos tuvieron mayoritariamente una identidad relacional (se entendían más como parte de un grupo que como individuos). Sin embargo, especialmente desde la aparición de la agricultura y la ganadería, se fueron generando una serie de circunstancias que posibilitaron la eclosión de una identidad individual en algunos hombres [3], que sería la base de las relaciones de dominación posterior [4]. A partir de este punto se abren dos vías de desarrollo de la civilización dominadora, no necesariamente excluyentes: la “gradual” y la “cualitativa”.

La vía “gradual” consistió en que, a medida que la complejidad de la sociedad fue aumentando, el proceso de individualización de algunos hombres se incrementó hasta que fueron capaces de usar mecanismos de coerción y la violencia para sostener y desarrollar las jerarquías sociales, y la concepción utilitaria de la naturaleza. En paralelo, la organización social empezó a gratificar los comportamientos egoístas más que los altruistas.

En la vía “cualitativa”, los cambios climáticos pudieron ser determinantes. En el suroeste asiático y el Mediterráneo, el clima se tornó seco alrededor de 3800 a.C. y este fenómeno se prolongó durante 1.000 años. Algunas comunidades se pasaron a la ganadería, otras emigraron y, para quienes se quedaron, los ríos se convirtieron en un elemento estratégico básico en los que se concentró la población. Así, crecieron ciudades como Uruk y esto vino acompañado de un incremento de los conflictos y enfrentamientos. En este proceso, la granja familiar fue desapareciendo, dando paso a la estructura Estatal y la burocracia.

Entre 3200 y 3000 a.C., la sequía se agravó y esto promovió un mayor enfrentamiento armado entre lo que ya era un mosaico de ciudades-Estado que habían seguido creciendo. Durante esta sequía, la sociedad encabezada por Uruk colapsó. Se pasó de una administración por parte de un consejo de clérigos antes de la sequía (menos jerárquica), a una presidida por un rey, cuyo título apareció por primera vez.

En el caso del valle del Nilo, las crecidas del río descendieron como consecuencia del cambio climático que comenzó en 4000 a.C. y se profundizó a partir de 3500 a.C. En esa época fueron llegando grupos expulsados del Sahara por la sequía. Estos grupos habían sufrido fuertes cambios culturales e imprimieron un fuerte influjo en la región, aportando las bases de lo que después sería el Egipto faraónico. En concreto, la organización social se hizo más jerárquica. Además, estas migraciones trajeron un incremento de la conflictividad. En 3500 a.C., el valle del Nilo era un rosario de pequeños reinos y en 3100 a.C. el primer faraón subió al trono, después de una reducción fuerte del nivel del Nilo alrededor de 3300 a.C.

En algunos lugares, el proceso pudo haber comenzado antes. Alrededor de 5600 a.C., el lago de agua dulce Euxine se convirtió en el mar Negro desplazando a las poblaciones ribereñas conforme subió el nivel del agua. Además, entre 6000 y 4000 a.C. el este de Europa se calentó progresivamente y avanzaron las estepas frente a las zonas boscosas. Todo ello favoreció que las poblaciones forrajeras del norte de los mares Negro y Caspio se transformasen en pastoriles organizadas jerárquicamente alrededor de 5200-5000 a.C. Este pueblo sería después el indoeuropeo.

De este modo, se conjugaron hombres con una identidad individual, cambios climáticos, y la desaparición de los colchones de amortiguación que existían en las sociedades pretéritas (era muy difícil o imposible volver al forrajeo; y las altas densidades de población limitaban la migración, y la alternancia entre agricultura, caza y recolección). En este marco es fácil pensar que los hombres con identidad individualizada asumiesen la toma de decisiones pues: i) tenían más conocimientos gracias a su mayor movilidad; ii) más capacidad de tomar decisiones por haberse desenvuelto por ambientes más diversos; iii) valoraban la importancia del cambio frente a la repetición de patrones [5]. Por todo ello, estos hombres individualizados pudieron tomar decisiones para salvaguardar la integridad de su grupo que iban más allá de los parámetros culturales de sociedades igualitarias y pacíficas, y que diferían de las opciones que habían tomado en el pasado los grupos humanos que vivieron situaciones similares. Así pudo concebirse el pillaje de las poblaciones cercanas y la concentración de poder.

Profundización de la civilización dominadora

El primer periodo de civilización dominadora comprende entre 3500 y 800 a.C., aproximadamente. Durante esta época, los grados de desigualdad social fueron relativamente pequeños y no existió esclavitud masiva. Los gobernantes intentaban mantener la cohesión social limitando la constitución de grandes propiedades privadas y tomando medidas para que el campesinado mantuviera un acceso directo a la tierra.

Esta estructura se vio modificada por una crisis situada entre 1200 y 700 a.C. Desde el inicio de la agricultura, en Afroeurasia se produjo una importante deforestación. Además, alrededor de 800-850 a.C. el clima se tornó más frío y húmedo en la franja que va del Mediterráneo a China. La unión de ambos factores desembocó en un descenso de la productividad de la tierra y en una presión que fue insoportable para el antiguo orden social. Así, la población descendió en Egipto, el Reino hitita colapsó y Grecia experimentó una degradación socioeconómica relacionada con una mayor escasez de recursos y un incremento de la guerra. En todos los lugares se produjo un proceso de desurbanización y de disminución de las jerarquías sociales. De este periodo de transición emergió un nuevo sistema en el que la agricultura se intensificó, la población y la urbanización crecieron y también la jerarquía y la guerra. Este nuevo sistema se organizó alrededor de la triada esclavismo-guerras-moneda.

Las implicaciones del cambio climático de 800-1300

Entre 800 d.C. y 1300 d.C. se produjo un periodo cálido que influyó notablemente en las poblaciones de todo el globo.

Toda la estepa asiática comprendida entre el Danubio y la Gran Muralla estaba habitada por pueblos pastores nómadas. Estas poblaciones viajaban al sur durante los meses fríos y buscaban los pastos del norte en los estivales. El periodo cálido significó un descenso de las precipitaciones en esta región. Este descenso era especialmente grave para la supervivencia de los caballos y los caballos eran básicos para la economía de estas poblaciones mongolas. En este contexto de estrés, terminaron invadiendo China. De este modo, la figura de Gengis Kan no solo es resultado de las condiciones sociopolíticas de la época, sino también de las climáticas. Pero el éxito mongol se basó también en la debilidad china, pues esa misma sequía socavó la legitimidad de la dinastía Tang.

La historia del Sahel es distinta. Entre 300 a.C. y 300 d.C., el clima fue seco en África occidental, lo que favoreció que la cuenca media del Níger incrementase sus habitantes con personas que buscaban terrenos más húmedos. Entre 300 d.C. y 700 d.C., el patrón de lluvias fue un 125-150% superior al actual, lo que contribuyó a fijar esta nueva población. Pero entre 900 d.C. y 1100 d.C., el clima se volvió notablemente más seco. Entre estos tres grandes periodos existieron otras variaciones climáticas. Los poblados diseminados por esta región se caracterizaban por la autonomía y el apoyo mutuo. No había ciudades, ni élites poderosas, ni ejércitos. Las poblaciones mandé preservaron el saber relacionado con las mutaciones climáticas, lo que les permitió anticiparse a cambios mediante una mezcla de atención constante y flexibilidad. Es decir, mientras en China la etapa cálida fue un factor clave para la transformación de sociedades basadas en la dominación, esto no ocurrió en estas tierras, que tenían una mayor conexión con la naturaleza.

Sin embargo, no todos los Estados se adaptaron mal a este calentamiento. Chimor dominó alrededor de 1200 d.C. una amplia franja de la región septentrional y central de la costa peruana. Su capital, Chanchán, fue una de las ciudades más grandes del mundo en su época. La clave para la supervivencia chimú fue invertir los recursos en formas más diversas de obtener alimentos, en lugar de en construcciones monumentales. Crearon lagos artificiales y presas, lo que les permitió cultivar más terreno y aumentar el número de cosechas al año.

Otro ejemplo, con distintas soluciones, lo constituyen las poblaciones forrajeras californianas, que tuvieron que hacer frente en esa misma época a cuatro periodos de sequía alrededor de 935, 1034, 1150 y 1253 (las más severas en los últimos 4.000-7.000 años). Las poblaciones que habitaban el desierto del Mojave y sus inmediaciones consiguieron hacer frente a estos desafíos mediante una dieta variada y una alta movilidad.

En cambio, las cercanas poblaciones chumash de la costa californiana y las Islas del Cana, que habitaban en una región más rica, vieron cómo aumentaba el hambre y la sociedad se volvía más jerárquica y violenta. Pero, conforme aumentó la sequía, tanto en las islas como en la costa, fueron capaces de determinar que lo mejor colectivamente era rebajar las tensiones y limitar las relaciones de dominación volviendo sobre las de apoyo mutuo. Lo que aquí ocurrió guarda similitudes con el cambio civilizatorio hacia las sociedades dominadoras, pero en este caso no engendró una espiral de violencia. Lo sucedido en la costa californiana es una muestra de que las relaciones sociales se pueden reconstruir. En todo caso, estos cambios se vieron favorecidos por el pequeño tamaño de estas poblaciones.

Notas

[1] Este artículo está compuesto por extractos de: Fernández Durán, Ramón; González Reyes, Luis (2014): “En la espiral de la energía”. Libros en Acción y Baladre. Madrid. Las citas bibliográficas, que están omitidas en este artículo, se pueden encontrar en el libro.

[2] En ella, el metabolismo se basaba en la recolección y la caza.

[3] Personas de sexo masculino.

[4] No entramos sobre ellas aquí por falta de espacio, pero un elemento determinante fue una menor movilidad de las mujeres.

[5] Esto es propio de las identidades individuales frente a las relacionales.