Ecologistas en Acción considera sectoriales e insuficientes las propuestas de la Consejería de Medio Ambiente para paliar las consecuencias del incendio. Sectoriales en cuanto que se plantean únicamente aspectos ambientales y no se aborda la catástrofe en sus múltiples aspectos socioeconómicos e insuficientes en lo que respecta a las propuestas de actuaciones urgentes sobre control de la erosión y el plan de reforestación de los montes asolados por el incendio.

Respecto a estas últimas, el diagnóstico es compartido, la prioridad en las medidas urgentes debe ser el control de la erosión, sin éstas la futura restauración se pondrá seriamente en peligro ya que sólo la conservación del suelo permitirá el correcto establecimiento de la vegetación definitiva.

Sin embargo, para controlar la erosión no bastan las acciones de trampas de sedimentos anunciadas ya que sirviendo para evitar pérdidas masivas de suelo y la consecuente colmatación de arroyos, pantanetas y embalses, no pueden impedir el lavado del suelo desprotegido al que se verá sometida la zona incendiada durante la temporada de lluvias. Esto sólo puede conseguirse con un suelo protegido por una cubierta vegetal de hierbas y arbustos que habrá que sembrar en aquellas áreas de fuerte pendiente donde las semillas se hayan perdido y no haya garantías de rebrotes vegetativos. Las especies a utilizar en estas siembras de emergencia serían herbáceas autóctonas de rápida implantación y potente sistema radicular que provoquen fijación, estructura y enriquecimiento del suelo (gramíneas y leguminosas).

El plan de restauración a Bosque Mediterráneo debe comprender todo el área incendiada, sin distinción entre privado y público, buscando fórmulas de cooperación con los propietarios o adquiriendo las fincas a los que no compartan este criterio y tener como principio motor la regeneración natural del área, entendiendo la intervención humana como soporte a la misma. Así, el objetivo final de bosque mediterráneo debe respetar los tiempos y las series de sucesión que aunque puedan ser favorecidas en el sentido deseado, si se fuerzan, nos conducirá al fracaso como nos demuestra la nefasta experiencia de las plantaciones de canutitos( protector con un pequeño arbolillo en su interior) en zonas con mayor capacidad agronómica que el área incendiada.

Lo más urgente, por tanto, es la regeneración de una cubierta vegetal antierosión, seguidamente, en función de la respuesta de la reproducción vegetativa, habrá que plantear o no la reforestación y qué especies. Inicialmente, en zonas de escasa regeneración natural la reforestación debía ser de matorral protector tipo retama, que aporte las condiciones adecuadas para que la definitiva reforestación de bosque se realice con garantías.

Esta metodología, además de más efectiva para los objetivos ecológicos, es mucho más barata y permite que la administración dedique fondos a actuaciones sociambiantales del medio y largo plazo que garanticen la permanencia de población formada en gestión social del monte.

Tan importante como el qué se va a hacer es el cómo y es aquí donde la Junta de Andalucía tiene que sacar la lección más importante del incendio: Sin implicación de la población local no hay restauración posible. La Junta de Andalucía debe olvidar el dirigismo con el que practica las actuaciones que se vienen realizando en los montes públicos, incluso cuando se persigue la conservación de éstos, en los que la población local actúa en el mejor de los casos como meros asalariados de la administración, con una desvinculación absoluta con el monte. Como triste ejemplo tenemos quemada la finca forestal del Madroñalejo donde sin duda se ha invertido, lo que nos debe hacer reflexionar sobre el modelo de prevención dirigido, en el que la población es mero recurso humano para la consecución de objetivos alejados de sus intereses.

El plan de trabajo debe ser coelaborado por la población afectada y debe abordar aspectos integrales tanto ambientales como socieconómicos como la formación y el empleo, demandamos una escuela permanente de selvicultura en la zona y la creación de un vivero forestal cogestionado con los municipios y cooperativas locales, la implicación de actividades socioeconómicas como la ganadería, la producción de setas autóctonas y la apicultura en la gestión del monte y así una larga serie de reivindicaciones encaminadas a lograr un Mundo Rural Andaluz de Vida y Trabajo.