El 17 de abril, Día Internacional de la Lucha Campesina, está prevista la movilización de miles de campesinas y campesinos de todo el mundo para denunciar la aplicación de las políticas neoliberales de apertura comercial, desregulación y privatización que acompañan a la globalización económica y que están expulsando del campo a miles de pequeños y medianos productores, trabajadores rurales y pescadores artesanales. Cada minuto emigran un centenar de personas del campo a la ciudad, y sólo en el estado de Karnataka, en la India, se quitaron la vida durante el año pasado más de diez mil campesinos, sumidos en la desesperanza y el abandono.

Uno de los grandes problemas de la seguridad alimentaria mundial es la concentración de las mejores tierras agrícolas en manos de grandes terratenientes y empresas transnacionales. El Banco Mundial (BM), apoyado por numerosos gobiernos, ha impulsado una política de mercado de tierras que ha fracasado en todo el mundo, agudizando aún más la problemática de la falta de acceso a la tierra de millones de familias cuya subsistencia depende de ello. Esta política enriquece a una elite privilegiada, condenando a la miseria y la exclusión social a la mayoría de la población.

Por otra parte, la política de liberalización de los mercados agrarios promovida por la Organización Mundial del Comercio (OMC) está llevando a la caída de los precios y a la ruina de los pequeños agricultores en todo el mundo, tanto en los países ricos como en las regiones en desarrollo. A través de las políticas de la OMC y de otras áreas de libre comercio, como la Unión Europea, el ALCA y MERCOSUR, las grandes transnacionales están promoviendo un modelo de producción de alimentos industrializado e insostenible y el control de toda la cadena alimentaria por media docena de “gigantes” de la alimentación. Este modelo, asociado a la proliferación de los cultivos transgénicos, al dumping y a la cultura del consumismo y del “fast-food”, conduce inevitablemente al deterioro de la calidad de alimentos y a una preocupante pérdida de acceso -físico y económico- a los alimentos para millones de personas. La soberanía alimentaria y la capacidad de producir la propia alimentación ha decaído en todo el mundo debido a los altos costes de producción; la superficie dedicada a los cereales y otros cultivos básicos retrocede ante los cultivos de exportación; e incluso en regiones privilegiadas desde el punto de vista agrícola, como Argentina, el desplazamiento de los cultivos tradicionales por soja transgénica para la exportación está agravando las carencias alimentarias de gran parte de la población de este país.

Por todo esto, Ecologistas en Acción, Plataforma Rural y el Comité de Apoyo al MST demandan la implementación de los principios de la soberanía alimentaria de los pueblos; una reforma agraria genuina; mantener y proteger las semillas como patrimonio de los campesinos, las campesinas y los pueblos indígenas; prohibir el uso de transgénicos, las patentes y otras formas de propiedad intelectual sobre la vida; dar el pleno respeto y participación a las mujeres, los pueblos indígenas y otros grupos marginados y excluidos en nuestras sociedades, así como también denunciar a nivel internacional la violación de Derechos Humanos contra campesinos y indígenas.