El hundimiento del buque Ulla en Turquía, que transportaba 2.200 toneladas de cenizas provenientes de centrales térmicas españolas, además de cuestionar, una vez más, las condiciones de seguridad con la que todo tipo de cargas, algunas de ellas claramente peligrosas, son transportadas por todos los mares de la Tierra y de poner sobre la mesa el comercio internacional de residuos, casi siempre con origen en países desarrollados y con destino a países empobrecidos, vuelve a poner de actualidad la discusión sobre el correcto tratamiento de los residuos sólidos procedentes de las centrales térmicas.

Una central térmica tipo de unos 1.000 MW de potencia, similar a los dos grupos de Aboño, y que funcione durante unas 6.600 horas equivalentes al año, genera unas 69.000 toneladas de escorias y unas 383.000 toneladas de cenizas volantes, 377.000 de las cuales son capturadas en el caso de disponer de filtros para partículas, normalmente precipitadores electrostáticos; esto supone una generación de residuos sólidos cercana al medio millón de toneladas anuales por central.

Dado que el carbón, además de carbono, oxígeno, nitrógeno y azufre contiene multitud de elementos traza; con concentraciones del orden de partes por millón; como arsénico, cadmio, cromo, níquel, plomo, selenio, mercurio, etc. el contenido de metales pesados en los residuos sólidos dependerá del coeficiente de recuperación, y así, algunos de los elementos, como el mercurio y el selenio donde este es muy bajo, mayoritariamente son emitidos a la atmósfera, pero otros como el arsénico, con un alto coeficiente de recuperación aparecerán en escorias y cenizas. En ambos casos si bien aparecen en muy bajas concentraciones, la realidad es que nos encontramos con valores absolutos importantes que hace, que una central como As Pontes pueda estar generando una tonelada anual de mercurio, la mayoría emitido a la atmósfera y unas 127 toneladas de cromo, la mayor parte del cual permanece en las cenizas.

Hasta ahora, a pesar de estos datos y ante las “bajas concentraciones” todos los intentos de conseguir la clasificación de estos residuos como tóxicos y peligrosos ha fracasado, incluso en los EE UU, donde se ha solicitado oficialmente y donde su Agencia de Medio Ambiente (EPA) se haya comprometido a seguir investigando con las Academias de las Ciencias un vertido seguro para estos residuos. Esta situación hace que en la actualidad estos residuos clasificados como inertes, sean utilizados en la fabricaciones de hormigones, en la estabilización de carreteras o el la fabricación de ladrillos.

Esperamos que las declaraciones de la responsable del Servicio de Calidad Ambiental sobre el inicio de toma y caracterización de muestras nos dé una visión real de la situación, que en caso de corroborar estos datos, lo que no dudamos, obligaría a modificar toda la gestión de estos residuos, tanto desde el punto de vista de su almacenamiento como de su transporte, con importantes implicaciones de todo tipo, dada la ingente cantidad generada.