Sí habrá límite obligatorio de emisiones de CO2 para la nueva flota europea de vehículos de pasajeros, para el año 2012. Pero será de 130g/km, en lugar de los 120g/km fijados como objetivo hace once años. Ecologistas en Acción considera incomprensible la actitud de la Comisión, especialmente cuando apenas han transcurrido un par de días desde que la comunidad científica internacional advirtiera de las dramáticas consecuencias del cambio climático, si no se adoptan ya medidas drásticas.

La industria automovilística ha demostrado nuevamente su capacidad de influencia sobre la Comisión. Con el argumento de la pérdida de empleos, derivada de los costes de implementar las tecnologías necesarias para reducir las emisiones de los nuevos motores, la industria ha vuelto a colar un gol a Bruselas. Sin embargo hay que recordar que la propia industria se comprometió, en 1998, a alcanzar unos límites de emisión de (140g/km para los años 2008/9), que no ha podido cumplir. Y no los ha podido cumplir porque en todo este tiempo, la industria no ha dejado de incrementar masivamente el peso, tamaño y potencia de los nuevos vehículos fabricados. Además, no es la primera vez que la industria sobredimensiona los costes. De hecho el mayor coste actual de estos avances hacia la eficiencia, está incrementado por su inacción durante todo este tiempo perdido, en el periodo del “acuerdo voluntario”. Ceder nuevamente a sus presiones es un premio a su falta de responsabilidad.

En 1996 la Comisión Europea se fijó el objetivo de reducir las emisiones de CO2 en el sector del automóvil, hasta una media de 120 gramos por kilómetro para 2012. Once años después han ocurrido algunos cambios:
- las emisiones de CO2 debidas al transporte se han incrementado dramáticamente, siendo en 2004 responsables ya de casi el 30% de las emisiones
- la comunidad científica es unánime en cuanto a las causas y consecuencias (dramáticas) del cambio climático se refiere.
Ante esta nueva realidad, Bruselas reacciona rebajando su objetivo. Ecologistas en Acción condena esta actitud, al considerar que, sin afrontar el grave y creciente problema de las emisiones de CO2 en el sector del transporte, será imposible cumplir los ya de por si raquíticos objetivos de Kioto.