La Coordinadora contra Garoña (formada por colectivos ecologistas y ciudadanos de Castilla-León, La Rioja y el País Vasco) ha convocado para el próximo domingo 3 de octubre una nueva Marcha-concentración contra Garoña. En esta ocasión, la Marcha partirá a las 12 del mediodía desde Barcina del Barco en el Valle de Tobalina (Burgos), el pueblo más próximo a la central nuclear, a cuyas puertas se celebrará una concentración y un acto de cierre simbólico de la instalación.

La presente Marcha, que se celebra desde hace varios años con periodicidad anual, pretende recordar la amenaza latente que supone para las poblaciones del entorno la existencia de una central nuclear, cada vez más antigua y problemática. Y exigir que cese este grave riesgo, mediante el cierre inmediato de la misma.

2004: la hora de convertir en hechos las promesas electorales

La sorprendente victoria de José Luis Rodríguez Zapatero y del PSOE le sitúa en la obligación de cumplir un programa electoral, que en algunos de sus aspectos contemplaba medidas de carácter progresista y reivindicaciones históricas, que queremos pensar no se incluían “de cara a la galería”. Entre ellas, el cierre de las centrales nucleares “de primera generación”: Zorita y Garoña.

Por ahora, parece que hay un decisión firme de cerrar la central nuclear de Zorita (en Guadalajara) y ya se están dando los primeros pasos. Pero respecto a Garoña todo es silencio e incertidumbre.

Cuando estaba en la oposición fueron múltiples los posicionamientos del PSOE contrarios a la continuidad de la nuclear de Garoña: en instituciones como el Ayuntamiento de Miranda de Ebro, las Juntas Generales de Alava en repetidas ocasiones (las últimas en diciembre de 2003 y marzo de 2004), los parlamentos autonómicos de Castilla-León y La Rioja… y en medios de comunicación. Ahora es el momento de adoptar una decisión definitiva e irrevocable.

Ha llegado la hora de acabar con una pesadilla que dura ya demasiado tiempo, mucho más de lo que podía esperarse de una central nuclear con una tecnología superada, con multitud de incidentes y problemas y con unos defectos estructurales (corrosión interna y formación de grietas) que se repiten un año sí y otro también.

Ha llegado la hora de hacer honor a la palabra dada y cumplir con lo prometido. No sólo por coherencia y compromiso, sino por sentido común y por preservar la salud y la seguridad de unas comunidades, que han soportando tanto tiempo los impactos continuados de la central nuclear sobre su salud y su medio ambiente y el riesgo permanente sobre sus vidas.

Garoña pretende la eternidad

Por el contrario, después de 33 años de vida Nuclenor, como un nuevo Jesucristo, parece querer para Garoña la eternidad. No están contentos con la prórroga de la autorización por 10 años, que consiguieron en 1999, cuando lo habitual en todas las centrales nucleares eran las prórrogas de 2 años, para ir verificando periódicamente su situación, evolución y funcionamiento. Así que en marzo de este año, Nuclenor ya lanzó la idea de pedir un nueva prórroga de 10 años, que le permitiría seguir funcionando al menos hasta el año 2019.

Suponemos que para seguir engordando unos beneficios desorbitantes (20 millones de euros en el 2003), procedentes de una instalación que está sobradamente amortizada desde hace años y que carga en la cuenta común de la sociedad los costes añadidos: efectos sobre la salud, plan de emergencia nuclear, gestión futura de los residuos radiactivos…

O, tal vez, para seguir vendiendo con sobrecoste la mentira de la Energía Verde. O, como dicen engañando una vez más, para ayudar a cumplir el Protocolo de Kyoto, cuando saben de sobra que éste deja la energía nuclear fuera de la estrategia y las medidas propuestas para combatir el cambio climático.

No queremos tener Garoña para siempre. Bastante eterna será su herencia ya generada de residuos radiactivos (varios miles de años de vida media radiactiva), para seguir ampliando un riesgo actual y un pasivo futuro que delegaremos a las generaciones venideras.

Cerrar no es suficiente: hay que vigilar la salud y los residuos

Porque el cierre de Garoña no va a ser, desgraciadamente, el final del problema. Habrá que hacer un control y seguimiento de los residuos de alta radiactividad, que hoy se almacenan en sus piscinas internas y para los cuales no hay, por ahora, ninguna solución, ni siquiera provisional.

Y más a corto plazo, habrá que hacer un seguimiento de los efectos del funcionamiento de la nuclear sobre la salud de los más afectados. Llevamos años exigiendo un estudio epidemiológico sobre los trabajadores y las poblaciones más directamente expuestas, a fin de conocer los efectos más inmediatos sobre la salud y la vida de estos colectivos de personas. Pero ninguna institución ni autoridad responsable ha aceptado llevar adelante tan elemental medida de precaución en estos más de 30 años de funcionamiento de la central.

Por estas y otras razones, un año más llevaremos nuestro grito hasta las puertas de la propia central nuclear.

Zapatero, no puedes fallar: “Garoña, cierre ya”

Por eso estaremos el próximo domingo 3 de octubre a las 12 h. en Barcina del Barco y en la central nuclear de Garoña.