En el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra el 17 de junio, Ecologistas en Acción considera imprescindible que se adopten medidas para evitar el sellado de suelos fértiles por el insostenible crecimiento urbanístico y la construcción de infraestructuras, especialmente de transporte, que genera graves afecciones ambientales, además de reducir las actuales demandas de agua, y reconvertir el modelo económico basado en la destrucción ambiental. Este año cobra especial importancia esta celebración ya que el próximo mes de Septiembre se celebra en Madrid la Octava Conferencia de la Convención de Lucha contra la Desertificación

Para Ecologistas en Acción, el principal problema ligado a la desertificación en nuestro país es la pérdida del suelo fértil, que constituye un valioso recurso natural no renovable, debido a la degradación del suelo provocado por la urbanización y la construcción de infraestructuras, que están ocupando de forma irreversible los valles fluviales, los regadíos tradicionales y otros suelos de alto valor agrícola. Ya en 1992, España era el país europeo más afectado por la pérdida irreversible de suelo fértil por urbanización y desde entonces se ha desplegado un tsunami urbanizador en las mejores tierras que no ha hecho sino acrecentar dicha tendencia.

En la actualidad asistimos a una grave aceleración de este preocupante proceso, al calor de una especulación urbanística generalizada, que está destruyendo de forma irreversible los suelos más fértiles y de mayor calidad agrológica. Es muy llamativa y contradictoria la aparente preocupación por la posible erosión en zonas de baja calidad agrícola, como áreas naturales con margas, cuando los suelos realmente fértiles de los valles agrícolas están desapareciendo irreversiblemente y de forma acelerada con la fiebre de recalificaciones, la especulación urbano-turística, la construcción de urbanizaciones, los resorts y la proliferación de carreteras e infraestructuras, sin que ello suscite una especial preocupación.

La desertificación en España no se debe tanto a los problemas de erosión en el medio natural, además, al asociar aridez con desertificación se ha reforzado la errónea percepción de muchos matorrales naturales (estepas, saladares, etc.) como lugares degradados, lo que ha dificultado aún más su conservación (por ejemplo haciéndolos receptores de polígonos industriales, vertidos y todo tipo de infraestructuras), dando lugar a una alarmante pérdida de calidad paisajística y ambiental. Por otra parte, esta falsa imagen ha justificado una nefasta política forestal, con inadecuadas repoblaciones, afectando a su valor de biodiversidad por dañar hábitats de interés comunitario y comunidades de gran valor ecológico y naturalístico.

Para Ecologistas en Acción los principales problemas de desertificación en nuestro país se deben a procesos diferentes a la erosión, como el uso insostenible del agua y la pérdida irreversible del suelo fértil por urbanización y construcción de infraestructuras. En relación con el primero, el aumento desmesurado del regadío y más recientemente la acelerada expansión urbano-turística han provocado un uso insostenible del agua y una grave sobreexplotación de acuíferos, provocando la destrucción de humedales y la pérdida irreversible de la productividad natural de estos valiosos paisajes ligados al agua, pérdida irreversible que constituye un importante proceso de de desertificación, al cual las administraciones no le dan la importancia que realmente tiene.

Por tanto, para parar el proceso de desertificación en el Estado español, Ecologistas en Acción considera urgente la aplicación de políticas encaminadas a:

  • Que las leyes del suelo autonómicas garanticen su conservación y dificulten su recalificación para suelo urbano.
  • Abordar una política de agua basada en la gestión de la demanda y no en el aumento de la oferta. Es decir, tratar el agua como el bien escaso que es; un bien que debe conservarse al máximo.
  • Reconvertir el modelo económico español basado en la destrucción ambiental, en la que el peso fundamental de la construcción y del turismo de masas (ambos muy relacionados con la desertificación) en el PIB es clave. En la política urbanística eso se traduce en núcleos compactos de tamaño medio. En la hidráulica, en una agricultura acorde con las condiciones climáticas del entorno.