Una vez más, la ciudad de Valencia está dando la espalda a la mejora de la movilidad, y no sólo porque su adhesión a iniciativas como la Semana de la Movilidad sea, como siempre, más limitada que simbólica, sino porque ha sido ejemplo orgulloso de la carencia de medidas para mejorar el modelo de la movilidad urbana y basarlo en la superior prioridad del vehículo privado, un ejemplo satisfecho del fomento del ruido y la contaminación ambiental, el reflejo de la incomprensión del concepto de proximidad y sus consecuencias sobre la accesibilidad.

Es una trayectoria que hace coherente con su antimodelo, la inversión en un singular circuito urbano de promoción de la velocidad y el automóvil, que responde al interés genérico del marketing publicitario de las grandes marcas, a intereses concretos de cuatro millonarios creados a la sombra del poder político, y a la supervivencia del negocio de unas escuderías más allá de su tiempo, reliquia antigua de unos valores desfasados (individualismo, machismo, ausencia de límites…) y que están lejos del juego limpio y la deportividad, según se ha podido comprobar recientemente.

Pese a la falta de confianza en nuestros ediles, por sus declaraciones y trayectorias, seguiremos exigiéndoles rectificación en este nuevo período del Gobierno municipal, esperamos que empiecen a tomarse seriamente la responsabilidad de cambios radicales para resolver las carencias existentes en accesibilidad y, ante la acuciante necesidad que no ignoran, apueste por otro modelo de movilidad posible basado en el transporte público de calidad, las restricciones al vehículo privado en zonas de la ciudad, la peatonalización y el uso de la bicicleta. Esperamos que sus asesores técnicos les hagan ver que no salen del paso con limitar a 30 kilómetros la velocidad en la calle Alta o Baja, que eso sólo da para hacer unas risas, si la situación no fuera acuciante.

El transporte público tiene mucho que mejorar, empezando por sus prioridades en el diseño de la movilidad, mientras que la concienciación ciudadana es todavía escasa y, sin su fomento, no se pueden abordar los cambios de actitudes necesarios, nos resulta imprescindible la participación y colaboración ciudadana en objetivos compartidos. Es por eso que no se pueden, pues, dejar pasar estas fechas de concienciación ciudadana sin actuar bien, ni mucho menos contraprogramar las ideas básicas con el fomento desde lo público, de un circo de competiciones que son paradigma de la insostenibilidad y el despilfarro, de un modelo contaminante y que fomenta peligrosamente la velocidad y el riesgo, con valores más que alejados de toda sostenibilidad, pero también de la deportividad y la colaboración.

En la materia hay mucho que hacer en Valencia, el centro de un área metropolitana crecientemente interconectada y que puede colapsarse si no sustituimos el vehículo privado como eje del sistema, situando en él al transporte público, dignificado y con una realidad inversora de calidad y eficiencia que cambie su imagen actual de cenicienta del transporte. No es sólo una cuestión de tráfico, por eso me refiero en plural a los ediles, sin ciudad compacta y multifuncionalmente integrada en sus distintas actividades, sin crear proximidad no hay soluciones duraderas, y esto es justo lo contrario a la zonificación y grandes edificios especializados en su función que tanto les gusta inaugurar desde el Ayuntamiento, aumentar las necesidades de movilidad parecería su función, lo que les pido es otra racionalidad en el modelo de ciudad, es posible y esta probado.

No obstante, la concejalía de tráfico podría ser un comienzo. Por ejemplo: ¿por qué no se estudian seriamente ya las posibilidades del tranvía? ¿Por qué no mejoramos la frecuencia de los autobuses?, aunque sea reduciendo sus tiempos al darle prioridad en el tráfico. ¿Por qué no aprovechamos las sinergias que provocaría sobre nuestra desbordada contaminación atmosférica y acústica, la pacificación del tráfico y las limitaciones al uso del vehículo dentro y fuera del casco histórico y que, también, facilitarían la extensión del uso de la bicicleta y los desplazamientos peatonales? ¿Una utopía? No lo creo. Lo que está fuera de la realidad de lo posible es pretender que el vehículo privado responda a las crecientes demandas, pero en todo caso un modelo sostenible de transporte público es el horizonte necesario hacia el que caminar, el único que puede responder al derecho a la accesibilidad.

Desde Ecologistas en Acción de Valencia, aprovechamos la ocasión de la semana por la movilidad sostenible, para demandar al Ayuntamiento de Valencia que mire más por las necesidades de la mayoría de la ciudadanía en accesibilidad y movilidad y, se preocupe menos de ofrecer prebendas a los especuladores y de promover nuevas carreteras, que no calles, que son parte de un proyecto al que quiere evitar los requisitos mínimos de estudiar su impacto ambiental.

Antonio Arnau, Ecologistas en Acción de Valencia